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Fuga, una huida hacia el subsuelo, hacia la muerte. Fuga, una composición que gira sobre un tema y su contrapunto, perchas de notas donde colgar las vestiduras del alma. La fuga del maestro Tartini (Alianza editorial, 2013), una compañía, una presencia y una manera de afrontar la eternidad y su brevedad innata.
Ernesto Pérez Zúñiga (1971) es uno de los grandes escritores del momento junto a otros pocos narradores hispanoamericanos. Porque Ernesto no es solo español, es de muchos lados, es de América y es de la Península, del centro, del sur, insular si quiere y hasta panameño. Su arte narrativo se fundamenta en una absoluta pasión por nuestra legua, por la evocación precisa del gesto, del lugar, del aire que narra.
La fuga del maestro Tartini, ganadora del Premio Torrente Ballester, narra la vida del autor del “El trino del diablo”, Giuseppe Tartini, pero desde dentro, desde el fondo, no en lugar de, si no con y desde Tartini, que no puede esconderse ni de sí mismo ni de el implacable narrador, una suerte de dios todo poderoso que supera al narrador omnisciente. Un maravilloso deicidio que nos lleva a través del tiempo, que nos trae y nos lleva por dentro de las pasiones de un genio atormentado.
Pérez Zúñiga nos propone un viaje al fondo del lado oscuro de una biografía. No es esta una novela para lectores superficiales, que pretendan buscar datos fríos u objetivos: ésta es una novela, una composición (fuga) que gira sobre un tema (Tartini) y su contrapunto (el arte, la búsqueda de la perfección, el amor), repetidos con cierto artificio (la poesía) por diferentes tonos (la aventura, el drama, la traición manifiesta, la venganza).
Hay momentos sublimes, aterradores, siniestros e inquietantes en esta obra, en esta biografía de las sombras de Tartini. El pulso narrativo, la precisión, la abarcante delicadeza con que el autor va acorralando con ruda belleza al lector, pasan a ser una de las mejores técnicas narrativas que se utilizan hoy en novela. No olvidemos que Ernesto está hecho de poesía, que tiene una mirada marina y una paleta de sensaciones y emociones muy amplia. Su indagación en lo profundo e ignoto del ser humano ya lo vimos bien en “El juego del mono” pero ya estaba en sus cuentos y en sus poemas anteriores.
Tartini amó la belleza. Sus manos acariciaron con igual pasión la espada, el arco del violín y el cuerpo de las mujeres que amó. Su primera etapa vital, coloca los carriles por los cuales discurriría, espada en mano. Deja esta y abraza el violín, en una búsqueda de la perfección de resulta delirante. Y todo aquello, toda esa búsqueda con la espada, esa técnica para la muerte, Tartini la convierte en herramientas para alcanzar la perfección músical, para ser impecable en la ejecución de una pieza al violín. Una vida fascinante, llena de romances, creación musical y tormento.
Pero ¿quién es el narrador? ¿Quién es ése que entre capítulo y capítulo de la vida del “Maestro de las naciones” se muestra insolente y brutal, mientras acota los acontecimientos? ¿Por qué viaja en el tiempo, cómo es que se presenta en aquellos lugares y se mete en la mente del los personajes? Un magnífico deicidio, una brillante supresión de fronteras, las que sean, hacen que el misterioso Berloc nos parezca, demonio o ángel, Dios o Satanás escapado del sueño que dio al músico su inmortal “trino”.
Para los que quieran buscar la belleza y estarse con ella un buen rato, esta es una novela que no se pueden perder y que suma en la bibliografía de su autor una de sus grandes hitos. Si parecía en “El juego del mono” que Ernesto Pérez Zúñiga había desplegado todo su oficio, en “La fuga del maestro Tartini” vuelve a dar un vuelco a la oscuridad, vuelve a hacernos ver el fondo, vuelve a encararnos con nuestras sombras sin hacernos olvidar la belleza, dejándonos saber que tarde o temprano, también nosotros, seremos narrados, seremos carne de memoria y de olvido.
Pedro Crenes Castro
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