Alianza Editorial, Madrid, 2011.
Montenegro, un profesor de Lengua proclive a dejarse llevar por sus instintos, acaba de ser destinado a un instituto de la Línea de la Concepción. Sueña con monos desde que llegó. Trabaja en un ambiente deteriorado por la droga y el contrabando. Para los alumnos, que no ven futuro en los estudios, es una forma de vida; para los profesores, una manera de vivir la renuncia y el desencanto. Sólo intima con la profesora de Historia, la Chica de la Nariz, dueña de un molesto perro celoso; y con una de sus alumnas, la Niña de la Ducha, que le tiene tan cautivado como la lectura de Lolita. En la casa que ha alquilado cerca de Gibraltar encuentra un sótano escondido. Descubre que allí estuvo un escritor, un hombre sin atributos, secuestrado según su manuscrito por una misteriosa enmascarada acompañada de un mono. Averiguar quién y por qué estuvo allí encerrado se convertirá en su obsesión. Una búsqueda que a modo de catarsis esclarecerá su propia existencia. A caballo entre el realismo sucio y la fábula kafkiana, El juego del mono es una novela original, de prosa lírica y precisa, con una excelente combinación de registros narrativos. Una bajada dantesca a los ambientes marginales de la frontera gibraltareña donde cohabita una población sin esperanzas con el mundo de la droga y los negocios ilícitos. Pero también un texto onírico que nos sumerge en los interiores vertiginosos y psicodélicos de Montenegro. Con guiños a Murakami, Dostoyevski y Tanizaki, Musil, Nabokov y Onetti, Pérez Zúñiga nos brinda un texto metaliterario que en el fondo es una reflexión sobre el poder de la literatura, su magia, su fuerza introspectiva y los límites entre la ficción y la realidad. Una historia de hombres, dioses y monos en torno al infierno-paraíso de la creación literaria y de la libertad; en torno a un antihéroe contemporáneo que irá descubriendo la salida al laberinto de máscaras de la vida.
Capítulo 1Cuando alquilé aquella casa comencé a soñar con monos. Ésta es la única frase que he conseguido escribir. Una rara fuerza se ha conjurado para impedírmelo. Hace dos noches soñé que no tenía que hacerlo. Un gran maestro, Onetti, me avisaba de que era innecesario: iba a estropear la historia que encontré de tan extraño modo. Mal presagio que ahora continúa en el avión donde viajo rumbo a cualquier parte. Yo, Montenegro el desventurado, sigo huyendo desde que logré escapar.
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