Texto escrito por P. Unamuno y publicado originalmente en el diario El Mundo el 20 de diciembre de 2016.
Para un autor criado en Granada, «la tierra que mató a Lorca», escribir contra dictaduras y totalitarismos se antoja labor obligada. Ernesto Pérez Zúñiga, nacido en Madrid en 1971, pero formado en la ciudad de Lorca y de Rosales, ha dedicado buena parte de su obra novelística a reflexionar sobre ello, y lo hace con acento mayor en su reciente No cantaremos en tierra de extraños, que edita Galaxia Gutenberg.
La novela es Pérez Zúñiga quintaesenciado, pues la epopeya de los dos protagonistas, supervivientes del bando republicano que se han recuperado de sus heridas (al menos las físicas) en el Hospital Varsovia de Toulouse, remite a los western que veía de niño con su padre y a los reticentes testimonios de los viejos del lugar sobre la guerra y sus secuelas, que oscilaban entre el silencio y la leyenda.
Manuel Juanmaría y Ramón Montenegro, que cabalgan por una España fantasmal en pos de la mujer de aquél, son personajes contradictorios, explica el escritor. «Uno es un idealista que duda y el otro, un convencido lleno de sombras, un cínico que al final opta por la lealtad. Los dos lo han perdido todo, y yo, al ponerlos en acción, muestro que nuestros actos crean lo que nos pasa. Lo que nos sucede depende de nuestras acciones más de lo que a veces creemos; lo que hacemos es importante, y en una posguerra, donde todo es más lábil o escurridizo, eso resulta más claro. Por eso los western ocurren en tiempos de posguerra, cuando la construcción social está por hacer».
Como Quijote y Sancho, como Guthrie McCabe y el teniente Gary en Dos cabalgan juntos, Montenegro y Juanmaría tienen un empeño común a pesar de todas sus diferencias. En este caso, son dos españoles que no distinguen entre la Guerra Civil y el combate contra los nazis. «Es la misma lucha contra los totalitarismos», sostiene Pérez Zúñiga.
«La clave no reside en la división entre derecha e izquierda, que es una falacia -añade-, sino en la defensa de unos valores, un lugar de encuentro entre ideologías y, enfrente, aquellos que defienden que unos pocos dominen a los otros, que pagan con la cárcel, el exilio o la muerte. Esa lucha es muy contemporánea, se está librando hoy mismo pues vivimos tiempos de vocación totalitaria; esa apelación a lo-mío-primero [America first y demás zarandajas populistas], junto al discurso del miedo, está aupando, a través de la democracia, a gobernantes totalitarios«.
Llegados a este punto, el poeta y novelista cree inevitable que, como hacen los protagonistas del libro a riesgo de su vida, dejemos de pensar en lo que separa a los partidarios de la libertad y nos plantemos a pie firme en la defensa «de lo que merece la pena salvar» a toda costa. De vuelta en el mundo de hoy: «Muchos no han votado a Clinton en EEUU sencillamente porque les cae antipática. A cambio tienen un presidente totalitario», afirma.
Road movie ritmada por el sonido de un saco de huesos que enerva a uno de los personajes, No cantaremos en tierra de extraños es el viaje a una España simbólica que al mismo tiempo interpela sobre «cómo nos relacionamos con nuestra memoria».