Categoría: No cantaremos en tierra de extraños (Página 1 de 4)

De la anhelante necesidad de una épica, por Juan Ángel Juristo en Cuadernos Hispanoamericanos

9788416734085Publicado originalmente el 1 de noviembre de 2016 en Cuadernos Hispanoamericanos.

La escasez de frecuencia en la incursión en el género épico en nuestros días se debe a ciertas identidades con las que se afronta la realidad: la tendencia a acotar espacios cerrados, la falta ya de tierras incógnitas que hace que la indagación se vuelva hacia uno mismo, la desconfianza hacia las ideologías totalizadoras, la inmersión definitiva en un mundo lleno de matices y de grises, en agudo contraste con ese planteamiento en blanco y negro, casi dicotómico, del siglo xix –y que hacía aumentar el aspecto melodramático que hoy día se antoja artificioso y, lo que es peor en la literatura, inverosímil– hacen que las amplias perspectivas en que se mueve la épica y cierto esquematismo inherente a ella sea terreno poco habitado en la literatura actual. Con actual nos referimos a una narrativa que comienza tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se inicia la labor de demolición del enfrentamiento entre valores burgueses y revolucionarios que hasta bien entrado el siglo había condicionado buena parte de la narrativa –que hasta bajo el género del recién creado thriller era literatura de denuncia, de revulsión–. La crisis del 29, por ejemplo, fue el último acontecimiento capaz de generar una épica: Las uvas de la ira, La ruta del tabaco… las atmósferas trágicas del sur faulkneriano, son ejemplos señeros de haber rozado, quizá por última vez, el género. Y no hay que olvidar que es justo en esos años cuando en el cine aparecen los primeros films del western, la última gran frontera del género épico en Occidente: La diligencia, de John Ford, madre nutricia de ellos, es de 1939.

Curiosamente la Guerra Mundial subsiguiente no dio obra de alcance épico de calidad en la narrativa, la sombra demoledora del expresionismo había dado sus frutos, salvo en el cine, con estructuras estéticas mucho más convencionales. Y, luego, ya es sabido, las corrientes estéticas de posguerra no favorecieron ese resurgir del género que para muchos tenía ya el aspecto de una nostalgia mal llevada pero doblemente anhelada. En cierta manera la épica nos acerca al mito y éste es necesidad recurrente en el arte. Seguir leyendo

Crítica de No cantaremos en tierra de extraños; Revista Ínsula, diciembre 2017

“Ernesto Pérez Zúñiga, un escritor con una obra de peso y que parece ir, viéndose entre su gente del oficio, no contracorriente, pero sí un tanto a su aire, sin más norte que el compromiso personal con la literatura.
(…) No cantaremos en tierra de extraños es una magnífica novela donde confluyen muchos géneros- los más mencionados, los más evidentes-, muchos guiños literarios que son muchos homenajes perfectamente traídos a cuento…”

Seguir leyendo

«Que el valor sin libertad no vale nada»; Fragmento de No cantaremos en tierra de extraños

ernesto

Mi padre me traía aquí de pequeño para enseñarme los santuarios carlistas. Conozco bien el paso de la frontera porque ésta fue la ruta que utilizó Carlos VII para entrar
en España, por Zugarramurdi. Si no fuera por él, ahora mismo estaríamos congelados en los Pirineos aragoneses. Sucedió el 16 de julio de 1873, fecha que me hizo repetir mi padre cien veces mientras subíamos a Peña Plata, donde estuvo nuestro rey aquel día, día de la Virgen del Carmen. El rey que no fue; la Virgen a la que no supe seguir rezando tres avemarías más allá de los catorce años. Mi vida ha sido siempre un no poder ser, un no encajar en ningún lado, un luchar contra todo, ganando batallas y perdiendo cada guerra definitiva salvo la de hacer lo que yo creyera conveniente. Seguir leyendo

Fragmento de No cantaremos en tierra de extraños

 

No-cantaremos-en-tierra-de-extraños

«Ese viaje debe ser el más penoso de todos cuando significa destierro –dijo Corbeau–. Tú debes saberlo. Y allí, cuando los prisioneros miraban el agua, la única que podía huir, uno de los soldados babilonios se les acercó diciendo: Músicos, cantad uno de los cantos de vuestro pueblo. Entonces ellos se levantaron y colgaron las arpas en los sauces que había junto a la orilla. Y dijeron: No cantaremos a Dios en tierra de extraños. Y después se mordieron los pulgares hasta romperlos, para que nadie en adelante pudiera obligarlos a tañer sus instrumentos. Porque cantar sería poner lo mejor de cada uno en el centro del castigo, reconciliarse con la tierra extranjera que uno se ve obligado a pisar, amar un solo instante la necesidad de sobrevivir y el propio exilio. Lo que tú has hecho. Ellos dijeron: No cantaremos hasta que volvamos a Jerusalén. Sin embargo tú cantas, Manuel, tú no quieres regresar a España. Quédate conmigo. Necesito ayuda para volver a abrir el cine de mi pueblo, Saverdun».

–Cuando un hombre se vende a sí mismo, vende todo de sí mismo –dijo Howard.

Incluso lo sabían los cheyenes de aquella novela que leía el americano, al igual que los prisioneros de Babilonia, todos menos él, él sólo se sabía la canción:

Si yo mientras viviere, de ti, Jerusalén, no me acordare, y doquiera que fuere, tu ausencia no llorare, olvídeme de mí, si te olvidare.

Aquella letra vivía dentro de Manuel, pero él nunca había vivido conforme a la letra. Había vendido todo de sí mismo.

Reseña de No cantaremos en tierra de extraños, por Juan Peregrina Martín

perez zuniga 1

Publicado originalmente por Juan Peregrina Martín en su blog Me no know nothing.

Algunas notas sobre la lectura (o posibles lecturas) de esta espléndida novela.

1. La estructura de la novela, que la tiene y la posee y nos posee: soy muy de estructura y disfruto de la misma, no estando obsesionada con encontrarla sino al notar que el escritor o escritora, saben hacia dónde van, cómo quieren continuar y que quiere resaltar al final. Y Pérez Zúñiga piensa lo que escribe y ejecuta una excelente tarea de ficción que parece real y viceversa. Las cuatro partes son cuatro por algo y ya lo iremos descubriendo a lo largo de la deliciosa lectura.

2. Sutil e inteligente: el escritor confirma que menos es más y que las insinuaciones son las hijas naturales de todo buen discurso literario. Nos deja que a placer recorramos las sendas de los y las protagonistas, no nos da “todo mascado” y se agradece que a los lectores nos traten como adultos de vez en cuando, así que, grazie mille por regalarnos una magnífica historia sin condescendencias o reparos a un posible lector medio o enrarecimientos derivados del bien quedar y el escribir para todos. Seguir leyendo

Ernesto Pérez Zúñiga en La voz de Almería: “En el territorio de la posguerra, el western permite contar la historia de los vencidos”

P32F1-1

Escrito por Marta Rodríguez y publicado en abril de 2017 en La voz de Almería.

Manuel Juanmaría y Ramón Montenegro, dos derrotados de la Guerra Civil, quedan en tierra de nadie, olvidados también por Francia, a pesar de haber ayudado a liberar París de los nazis con La Nueve. ‘No cantaremos en tierra de extraños’ (Galaxia Gutenberg) cuenta su regreso a la España de posguerra en busca de una mujer.

Narrador y poeta, Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) es granadino de corazón y, por parte de padre, tiene raíces almerienses. Hoy domingo 30 de abril, a las 20 horas, presenta su novela en la Plaza de la Catedral, en la Feria del Libro de Almería.

’No cantaremos en tierra de extraños’ discurre por el territorio de los derrotados en clave de western. ¿Por qué?
Se me ocurrió el tema del western viendo mucho cine norteamericano. Tardé tiempo en darme cuenta de que todo ese cine partía de un intento de comprensión de su guerra civil, de la Guerra de Secesión, porque mucha gente de mi generación y de otras nos hemos criado en el western como algo mítico. Y en el territorio medio perdido de la posguerra, el western permite contar la historia de los vencidos. En ‘Centauros del desierto’ de John Ford, que es una película que está cerca de esta novela, el protagonista es John Wayne, un soldado que regresa a una casa que ya no le pertenece y se encuentra en tierra de nadie, en tierra de extraños. Los vencidos tienen la oportunidad de ser héroes en el sentido de que ya lo han perdido todo y solo dependen de sí mismos.

Los protagonistas son un anarquista andaluz y un sargento jefe de La Nueve. ¿Cuánto tuvo que ver el libro de Evelyn Mesquida sobre esta división?
Su libro me marcó mucho. A través de él, conocí la historia de La Nueve y aprendí de esa generación de soldados que había perdido la Guerra Civil y que liberó París de los nazis y esto es algo que se va sabiendo ahora, porque en su día se ocultó. También he contado en la novela el papel tan raro y ambiguo que tuvo Francia con España. En principio acogió La Retirada, el paso de todos los españoles que salieron en el 39 y que fueron mal acogidos en campos de concentración. Y luego se les negó ese reconocimiento. Era como si lo español fuera siempre sospechoso. Lo que yo aprendí de La Nueve es que para ellos luchar contra los nazis era una continuación de su guerra por la libertad.

El Hospital Varsovia de Toulouse en el que se ambienta la primera parte es tierra de nadie, un territorio de gente olvidada por su país, que ya no lo es, y por la propia Francia. ¿Qué peso han tenido en esa parte los testimonios de Max Aub?
Quería hacerle un homenaje a este escritor que es uno de los autores españoles más importantes del siglo XX y que tuvo una vida absolutamente errante, que pasó de España a los campos de concentración de Francia, a África y al final a México. Y nunca ha sido suficientemente bien leído. Sin embargo, tiene una obra literaria maravillosa en la que siempre reivindica la libertad y plantea un análisis profundo de la naturaleza humana. Para mí fue una especie de guía en el camino para escribir esta novela.

¿De forma más clara cita a Howard Fast?
Sí. En esta historia se me cruzó el hecho de descubrir la historia de los brigadistas y esa idea romántica de que luchar contra Franco aquí era como garantizar la libertad en todo el mundo occidental. Entre esos brigadistas, vino a España el escritor Howard Fast que escribió la célebre ‘Espartaco’ que es del 50 y que, por tanto, no aparece en la novela que se ambienta en el 45. Pero también hizo un western, ‘La última frontera’, que es la que lee en el hospital a mis personajes. Y yo vi ahí un camino de ida y vuelta: él vio la Guerra Civil y escribió un western y yo he leído y visto mucho western y ahora he escrito una novela sobre la posguerra en la que está reflejado ese mundo.

El título ‘No cantaremos en tierra de extraños’ viene de un salmo de la Biblia y alude a cómo los perdedores de la Guerra Civil perdieron también todo vínculo con sus familias. ¿Cómo fue?
El corazón de la novela es el tema de la búsqueda de la mujer de Ramón Juanmaría, una mujer que ha hecho la vida por su cuenta. Esto pasó continuamente en la guerra. Los protagonistas de mi novela entran en esa España que es un viaje al infierno en busca de sus respectivas familias. Cuando te marchas, te quedas sin historia. Lo increíble del exilio es que para los que se han quedado, esas personas han desa­parecido y ellos siguen un camino ya roto. Por eso esa tierra de extraños alude a España, a Francia. El regreso ya es imposible, quien vuelve es otro. Eres un extraño allá donde vas porque has perdido tu sentido en la historia. Y esa es la tragedia de todas las guerras.

Su novela es también la historia de la amistad entre Manuel Juanmaría y Ramón Montenegro. ¿Saca una guerra también lo mejor del ser humano?
Esa era mi investigación. Yo tenía la idea de que los personajes fueran amigos, pero hay veces que te llevan por otro lado. Las situaciones límites sacan lo peor y lo mejor del ser humano y una de las grandes ideas de la novela es que la amistad y el amor son lo mejor que se tiene.

’No cantaremos en tierra de extraños’ pone al lector frente a la realidad con toda su crudeza, pero a lo largo de libro hay momentos de ensoñación. ¿Qué quería transmitir al relato?
Creo que vivimos así, que tenemos nuestra vida, pero también nuestras ensoñaciones. Para mí es muy importante tratar de que la literatura haga lo que no pueden hacer las demás artes, que es mostrar la riqueza de la realidad. Y la literatura puede hacerla. Noso­tros vivimos y soñamos, proyectamos nuestras fantasías y nuestros deseos. Construimos la vida con lo que deseamos. También hay un mensaje, no solo de que nuestra vida pueda ser influida por el inconsciente, que lo creo, sino de que también podemos construir con nuestra voluntad y con nuestros sueños lo que nos pasa.

Se dice que hay mucha novela, mucho cine, de guerra y de posguerra, pero muchos jóvenes tienen un desconocimiento total hacia nuestra historia. ¿Qué estamos haciendo mal?
La historia está muy mal contada. Soy del 71 y a mí me contaron una historia de buenos y malos que no tiene nada que ver con la verdad y las lecturas que ha habido después han sido compensatorias. Si todavía se vuelve sobre el tema no tiene nada que ver con fenómenos comerciales, sino con la necesidad de saber aspectos cruciales de nuestra historia. Se necesita ir dando vistazos parciales y justo cuando miras en un lugar que piensas que es un resquicio pequeñito, te encuentras un mundo.

« Entradas anteriores