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Publicado originalmente por Juan Peregrina Martín en su blog Me no know nothing.

Algunas notas sobre la lectura (o posibles lecturas) de esta espléndida novela.

1. La estructura de la novela, que la tiene y la posee y nos posee: soy muy de estructura y disfruto de la misma, no estando obsesionada con encontrarla sino al notar que el escritor o escritora, saben hacia dónde van, cómo quieren continuar y que quiere resaltar al final. Y Pérez Zúñiga piensa lo que escribe y ejecuta una excelente tarea de ficción que parece real y viceversa. Las cuatro partes son cuatro por algo y ya lo iremos descubriendo a lo largo de la deliciosa lectura.

2. Sutil e inteligente: el escritor confirma que menos es más y que las insinuaciones son las hijas naturales de todo buen discurso literario. Nos deja que a placer recorramos las sendas de los y las protagonistas, no nos da “todo mascado” y se agradece que a los lectores nos traten como adultos de vez en cuando, así que, grazie mille por regalarnos una magnífica historia sin condescendencias o reparos a un posible lector medio o enrarecimientos derivados del bien quedar y el escribir para todos.

3. La historia desde el principio es cautivadora: una aventura propuesta por un loco y otro loco que lo sigue por beneficio propio y… bueno, recuerda mucho a la famosa frase de Star Wars, esa de “¿Quién es más loco, el loco, o el loco que sigue al loco?” , porque es locura querer recuperar el pasado, ser decente y todo lo que encontraremos bello, ideal, real y temible en la novela, preñada de sorpresas y giros.

El marco es la España de la posguerra y dos personajes que se internan en el país donde podían matarte si no pertenecías al régimen o había sospechas de que que renqueabas.

4. Los temas: la miseria, la verdad y la mentira, el rencor y el odio, el amor y sobre todo, el constante uso de la memoria, el recuerdo y la nostalgia. Nada nuevo, ya ven, pero precisamente ahí es donde demuestra un escritor si la solvencia de su escritura es capaz de conmovernos, no con temas nuevos, sino con los elementos de siempre, renovados y capaces de hacer saltar en pedazos nuestras expectativas.

5. El mundo onírico: creo que merecería una reseña aparte los sueños que aparecen descritos en la novela. Puro goce, pura necesidad, el carnaval de los sentidos. No digo más: disfrútenlos porque las epifanías son para ello.

6. Mucha maestría en las transiciones de escenas y sobre todo, de personas: de la tercera a la primera y viceversa, el autor nos lleva adonde quiere y cuando quiere, sin brusquedades ni partes que nos desorienten.

7. La sensibilidad y elegancia vs lo tremendo: no es fácil desprender ternura en una narración que trata sobre años tan duros y de tanta miseria, hambre y desesperación.

Sobre todo el silencio. El gris. El miedo.

Y además hasta dónde se llega por alimentar a la familia: impresionantes insinuaciones que nos dejarán con la boca abierta, porque lo “no dicho” por Pérez Zúñiga es mucho, es un coto muy amplio: un espacio que podemos rellenar nosotros y así, el autor nos convierte en protagonistas directos de la obra. Impactante resultado, ciertamente, el logrado por las artes narrativas.

8. Interesantes paralelismos como el de la vida, pasión y muerte de Cristo. Un escritor con un olfato así, no duda en recurrir a la historia sagrada de nuestra cultura para proteger del vacío a sus personajes aportándoles más consistencia en nuestra memoria.

O el que se mantiene con el cine durante toda la historia.

O con Hamlet; o con Manrique: pura literatura.

En fin, hay mucho que decir: estos comentarios son, como siempre, para animar a la lectura de este gran libro.

Leamos: ya que No cantaremos en tierra de extraños, que al menos la lectura sea familiar y que Pérez Zúñiga sea uno de nuestros novelistas de cabecera.

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