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Publicado originalmente en Diario 16.

Las letras de neón rojo del Museo Chicote y el fotógrafo son los únicos testigos del abrazo entre Ernesto Pérez Zuñiga y uno de sus personajes.

-Hola.

Le saluda contento y efusivo, hablándole, diciéndole que sale en el libro, mientras le abraza. Y al separarse abre la novela y corretea sobre las 512 páginas que conforman la obra, hasta detenerse en un punto concreto.

-Mira, estás aquí.

Y señala las letras que forman el nombre del personaje, el nombre de la persona. El fotógrafo lo oye, pero no alcanza a memorizarlo, ¿Fernando o Francisco?.

Tendría que haberlo apuntado. Y al revisar las imágenes advierte que ni siquiera ha conseguido que la imagen captada por su cámara tuviera la precisión suficiente, pero se consuela pensando que quizá ese error sea un regalo del destino, porque una imagen movida está más viva que una quieta y congelada. Y lo que vio, presenció, era pura vida y fue bellísimo: El abrazo de un escritor a alguien a quien quiere y aprecia hasta el punto de mezclarlo con sus propios sueños, con sus personajes de ficción. Unn abrazo largo y cálido, un abrazo capaz de borrar el mundo, y por eso ni la persona hecha personaje ni el autor se percataron de su presencia ni del clic indiscreto de la cámara.

Era la última firma antes de que comenzase a deshacerse por completo el teatro de la presentación de Escarcha, la nueva novela de Ernesto Pérez Zuñiga, autor que consiguió ganarme por completo hace algunos años con El Juego del Mono. La sala, en el entresuelo o quizá primer piso de El Hotel de las Letras en la Gran Vía de Madrid, estaba al máximo de su capacidad, ni un solo asiento libre. Y no sólo el lleno era absoluto sino que no había ningún nadie ocupando los asientos, desde una presentación hace muchos años de Juan Cruz en el Círculo de Bellas Artes no había visto tanta densidad de escritores entre el público de una presentación: Ignacio del Valle, Luisge Martín, Jorge Eduardo Benavides, Martín Casariego, Andrés Ibañez, Vicente Molina Foix…, muchos más. A mi lado estaba Carmen Posadas, también a punto de sacar novela, elegantísima y cercana y siempre amable (me encanta), y desde aquí voy a pedirle perdón porque al despedirnos la mandé por unas escaleras que no llevaban a ningún sitio: discúlpame Carmen.

En la primera fila, los veía desde lejos: Miguel Munarriz y Palmira Márquez (cuando los veo no puedo evitar pensar en Scott Fitgerald y Zelda, aunque hasta ahora que lo he escrito no me había dado cuenta que Zenda la revista literaria que dirige Munarriz tiene cinco letras en común con la esposa de Fitgerald; en cualquier caso Miguel y Palmira son para mí gusto la pareja con mayor glamour del mundo literario actual en España. Agradezco el cruzarme con ellos).

ESCARCHA, la novela que nos reunió a todos en El Hotel de Las Letras, es la más ambiciosa firmada por Pérez Zuñiga hasta la fecha, y por lo que escuché también la más autobiográfica. Para escribirla se apoyó en pequeñas magias personales y fórmulas numéricas: todos los capítulos en la primera redacción tenían exactamente el mismo número de palabras, y el 7, el número 7, le sirvió de faro e inspiración en todo momento. Aún no la he leído, pero la presentación despertó mi interés y deseo de hacerlo, aunque no sé: en la actualidad apenas leo libros y me inclino más por las líneas que dibujo en todo momento la vida: por eso el abrazo del autor a uno de sus personajes como principio de este artículo. Pero creo que ESCARCHA sí lo leeré, porque me simpatiza Ernesto, su presentación fue fantástica y en su momento, como ya he dicho más arriba disfruté enormemente con El Juego del Mono. Sí…

-paro de escribir un momento, abro el cajón de enmedio del lado izquierdo de mi mesa de despacho y saco el borrador -lo voy completando todo el año desde enero- de mi carta de este año para los Reyes Magos.

-Escarcha, de Ernesto Pérez Zuñiga.

Los otros regalos que solicito a los magos de oriente no me parece oportuno ponerlos, ya me he permitido bastantes disgresiones en torno a algo, tan aparentemente cotidiano, como un abrazo.

 

(mecanografía: M.D. Frutos)