Reseña escrita por Francisco H. González y publicada originalmente en el blog Devaneos.
Si hace algo más de dos años gocé lo indecible leyendo No cantaremos en tierra de extraños de Ernesto Pérez Zuñiga, con Escarcha me ha sucedido lo mismo. Escarcha es Granada, el territorio de la emoción y la madurez literaria, la de Ernesto.
Escarcha es novela de aprendizaje, sí. No sólo el alumbramiento es un abrirse a la vida a través del llanto. Más tarde, en el tránsito de la niñez a la adolescencia y la pubertad, Manuel Montenegro Moncada, Monte, el protagonista (un Monte, que me trae en mientes otro Monte, el Monteverdi ordesiano), irá experimentando todo tipo de vivencias: las pérdidas filiales, los albores del sexo y su indefinición, los amores que vienen, van y examinan, la cruz de navajas sobre su cuerpo, la fijación pederasta que se cierne y expulsa su aliento sobre su cogote madurando el fruto antes de tiempo, el miedo a hablar, el miedo a callar, el vacío, el grial del presente, el sostén del grupo, la herencia familiar: dos abuelos, uno franquista, el otro republicano, la autodestrucción, una madre cercana en sus presupuestos morales al padre del protagonista de Call my by your name; un crecer que siempre es exploración, ir tocando a ciegas los bordes filosos del yo.
Ernesto deja para el recuerdo personajes memorables, no ya solo Monte, sino su madre Elvira, su abuelo Ramón, su profesor Robin, su hermana Diana, su prima Sara, el infausto Bernardo, el hermano de Manuel, Miguel, la truncada Olga, etc. Cada uno tiene su espacio, su aliento, su historia, y el autor de la novela durante casi quinientas pletóricas páginas de pura vida (muchas de ellas de una belleza arrebatadora, como el capítulo que cierra el libro Hammán y que me lleva a un artículo que leí en su día que traigo aquí: El regreso del agua), erige una monumental historia con alrededor de 50 personajes, y los acompaña en su viaje, iniciático para unos, postrero para otros, unos cuantos años, un viaje a finales de los años 70 y comienzos de los 80 que también es el nuestro, un viaje en el que no falta Rimbaud, Lorca, Baroja, Stevenson, la heroica de Chopin, los discos de Tartini (Mientras haya música no hay muerte) los madelmán, todo aquello que si echamos la vista atrás conformó (con otros objetos, canciones, películas y esperanzas) el tesoro de nuestra niñez.
Dos de las novelas que más ha disfrutado el presente año han sido Permafrost y ahora Escarcha. ¿Cuál será la siguiente?.