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Entrevista de Karina Sainz Borgo publicada en Voz Pópuli.

Parece que a Ernesto Pérez Zúñiga las novelas se las dicta, alguien, en sueños. O al menos eso podría creer el lector que ya conoce sus libros anteriores: el brazo incorrupto de una beata en Santo diablo; el manuscrito de un escritor desaparecido en El juego del mono y ahora esto. Se trata de La fuga del maestro Tartini(Alianza Literaria, 2013), la novela con la que se alzó con el Premio Torrente Ballester y que narra la vida  del músico del XVIII Giuseppe Tartini, autor de la sonata El trino del diablo, cuyos acordes escucha el maestro italiano -por cierto- en medio de una pesadilla.

A mitad de camino entre las memorias y  la novela de aventuras –pero también fantástica e histórica-, Ernesto Pérez Zúñiga se propone la que puede que sea una de sus novelas más ambiciosas. Y se nota. Le tomó siete años escribirla. Para desentrañar a Tartini siguió su rastro por Asís, Ancona, Venecia y Praga, las ciudades donde suceden las transformaciones más profundas del músico y compositor, que fue a su vez liante espadachín, mujeriego empedernido e inconforme redomado.

Nacido en Madrid pero criado en Granada –un “narraluz”, digamos-, Pérez Zúñiga habla en este libro de un personaje que se resiste a la vocación que le ha impuesto su padre –el sacerdocio- pero que en su huida del mundo consigue algo mucho más grande que la liberación: la transformación e incluso, por qué no, los acordes de una voz propia. Tartini –que cuenta sus memorias a través de la pluma de Zúñiga- conduce al lector por la Europa qe, a través de él, se antoja prerromántica. Más allá de eso, del ancla en el tiempo, Pérez Zúñiga crea un mundo del que entran y salen personajes oscuros, enigmáticos, raros fabricantes de cuerdas que parecen pócimas –Berloc-; guerreros como Tamaro, que le perdona la vida a Tartini, o el espadachín sevillano que le instruye en el arte de la esgrima.

 

«Tartini se transforma a través de la música, igual que el cuerpo y la mente lo hacen a través de la escritura».

-Como ya le dijo Carmen Sigüenza, esta novela hasta le ha hecho perder peso. Pero quedémonos con la idea transformadora de la literatura, de la creación más bien. Porque la música tiene ese efecto en Tartini. Sin embargo, no llega a redimirle. 

-Todo forma parte de lo mismo. Tartini se transforma a través de la música, igual que el cuerpo y la mente lo hacen a través de la escritura. No hay redención sino creación. Sin embargo, la música de Tartini va mucho más allá de la propia identidad de su creador. La belleza que logra supera el tiempo, redime la fragilidad del tiempo, lo anula.

-¿Novela de aventuras? ¿Historia fantástica? ¿Unas memorias sospechosas? (Y digo sospechosas por esas raras incursiones del narrador en pleno siglo XXI; pero vamos por partes) ¿Qué es esta novela?

-Es una fuga musical, construida a dos voces. Las dos indagan en el misterio de vivir contracorriente, de la continua búsqueda del sentido, de la creación y la interconexión de todos los planos de la realidad. Creo que es una novela profundamente contemporánea que se sirve de la aventura, de la historia, de la fantasía, del mito, del sueño, para narrar la pasión por el conocimiento y por la belleza, la lucha y la fusión de las identidades, hasta que queda algo que lo une todo. Las memorias que escribe Tartini tienen el contrapunto de esa voz que se desplaza en el tiempo para contarnos lo que Tartini no quiere contarnos y para influir secretamente en su vida.

 

«Quise que cada página trasmitiera esa vida que disfruta, sufre y pregunta, afirma y se desmiente».

– La fuga del maestro Tartini es puro movimiento: la propia huida de Tartini del destino que le es impuesto pero también esa insistencia de quien narra para recuperars, e incluso su propio viaje  persiguiéndole por las ciudades en las que estuvo. Vamos, la vida abriéndose a empellones

-En efecto, quise que cada página trasmitiera esa vida que disfruta, sufre y pregunta, afirma y se desmiente. Una multiplicidad de miradas que parece externa pero que está dentro de cada uno de nosotros. Por otra parte, ese movimiento es de algún modo musical. Cada voz representa un modo de entender la música. Se entrelazan en la mente del lector. Pero ese movimiento de fuga, de huida del personaje, lo conduce muy lejos, incluso fuera de los límites de esta novela.

-El mito fáustico, por supuesto, se despliega en esta historia. Pero… en Tartini el bien y el mal, esa lucha, parece parte de su propio desafuero. Es un hombre exagerado, hiperbólico…

-Claro, como Fausto quiere conocerlo todo, a cualquier precio, hiperbólicamente, pero además quiere expresarlo a través de la música, y que esta música se relacione con los secretos de la realidad. A diferencia de Fausto, el ámbito diabólico no pertenece a un ámbito externo. Esa ambivalencia del bien y el mal es también interior. Tartini intuye que la belleza puede reconciliarlos, a pesar de que le atrapan múltiples pasiones. Pero el lector puede descubrir algo más. El lector, al final de la novela, sabe más que los propios narradores de esta historia.

 

«Muchos pasajes de esta novela contienen historias literalmente soñadas»

-La música es la única redención de Tartini, nace del aislamiento, en la más plena desesperación y sin embargo le aguijoneó hasta el final.

-Tartini tenía que despojarse de todos los lastres, para que su parte más oculta saliera a flote. El problema es que de cada consolidación, de cada éxito, surge una nueva cadena. La desesperación es ir arrojándolas todas para que quede solo la libertad.

La sonata del Diablo nace de un sueño… proviene de un territorio difuso, oscuro. ¿De dónde proviene la suya, me refiero a su escritura?

-Los sueños son muy importantes también. Muchos pasajes de esta novela tienen su influencia; algunas páginas contienen historias literalmente soñadas que han pasado a las memorias de Tartini como suyas. En mi escritura intento plasmar distintos planos de la realidad, donde la nebulosa del inconsciente (propio y compartido) tiene un papel fundamental. También, la conciencia, por supuesto. Y la imaginación que usa a la vez conciencia e inconsciente. Y el disfrute de escribir y crear personajes. Todo funciona a la vez.

 

«Las máscaras persiguen a Tartini como nos persiguen a nosotros. Las creamos continuamente».

-Le obsesionan las búsquedas: el maestro y el manuscrito en El juego del Mono, el brazo incorrupto de una Santa en Santo Diablo; ahora Tartini …¿A qué viene tanta curiosidad? ¿Adónde le lleva?

-Esa es la aventura. La búsqueda nunca te lleva hacia aquello que buscas. El verdadero descubrimiento, el que te cambia, se produce en el camino hacia una parte a donde nunca llegas.

-Resulta interesante la idea del disfraz, de la que Tartini reflexiona a menudo, al igual que la máscara. ¿Por qué es tan poderosa esa idea en la novela?

-Las máscaras persiguen a Tartini como nos persiguen a nosotros. Las creamos continuamente y, aunque queramos destruirlas, siempre aparece otra nueva. Uno de mis propósitos con esta novela era lograr expresar la desaparición de la última máscara, vencer a la propia identidad. Y que de ella quede lo mejor de lo que somos capaces: la creación de la belleza. Esto fue importante en dos planos: en la propia historia del personaje llamado Giuseppe Tartini, y en mi propia fusión con los narradores de esta novela. Hay un juego de máscaras en el propio hecho de narrar, que parte desde la propia dedicatoria.

-Un brazo virtuoso, un brazo herido como testimonio de haber escapado de la muerte a manos de Tamaro, un brazo enfermo… un brazo que escribe la historia de un hombre desaforado. ¿Qué tan física puede llegar ser esta historia?

-Es absolutamente física, en cuanto lo físico va cambiando según el estado y aprendizaje de la parte espiritual que lo sostiene, como en el retrato de Dorian Grey. Ese brazo es fundamental: un brazo que comienza usando sus habilidades para matar a otros con la espada y que después crea con técnicas parecidas una belleza inigualable. Ese brazo es el gran símbolo de esta novela. El Tartini histórico enfermó en realidad de una pierna, no de un brazo.

-Me interesa mucho Berloc, ese raro fabricante de cuerdas que insiste, que busca a Tartini y Tartini rechaza, una y otra vez, ¿recupera la idea del artesano en el oficio de toda creación? ¿quién es?

-El artesano está representado por los tres lutieres de esta historia, en especial por Pietro Rhee, un lutier actual, que tiene su taller en Cremona. Me deslumbró su amor por la artesanía. El caso de Berloc es especial. Él es el puente entre la fantasía y la realidad, la puerta entre las dos voces, el conocedor tanto de la artesanía como de la magia.