Categoría: Crítica (Página 5 de 6)

Viaje al fondo de Tartini, por Pedro Crenes Castro

http://www.papelenblanco.com/novela/viaje-al-fondo-de-tartini

Fuga, una huida hacia el subsuelo, hacia la muerte. Fuga, una composición que gira sobre un tema y su contrapunto, perchas de notas donde colgar las vestiduras del alma. La fuga del maestro Tartini (Alianza editorial, 2013), una compañía, una presencia y una manera de afrontar la eternidad y su brevedad innata.

 

Ernesto Pérez Zúñiga (1971) es uno de los grandes escritores del momento junto a otros pocos narradores hispanoamericanos. Porque Ernesto no es solo español, es de muchos lados, es de América y es de la Península, del centro, del sur, insular si quiere y hasta panameño. Su arte narrativo se fundamenta en una absoluta pasión por nuestra legua, por la evocación precisa del gesto, del lugar, del aire que narra.

La fuga del maestro Tartini, ganadora del Premio Torrente Ballester, narra la vida del autor del “El trino del diablo”, Giuseppe Tartini, pero desde dentro, desde el fondo, no en lugar de, si no con y desde Tartini, que no puede esconderse ni de sí mismo ni de el implacable narrador, una suerte de dios todo poderoso que supera al narrador omnisciente. Un maravilloso deicidio que nos lleva a través del tiempo, que nos trae y nos lleva por dentro de las pasiones de un genio atormentado.

Pérez Zúñiga nos propone un viaje al fondo del lado oscuro de una biografía. No es esta una novela para lectores superficiales, que pretendan buscar datos fríos u objetivos: ésta es una novela, una composición (fuga) que gira sobre un tema (Tartini) y su contrapunto (el arte, la búsqueda de la perfección, el amor), repetidos con cierto artificio (la poesía) por diferentes tonos (la aventura, el drama, la traición manifiesta, la venganza).

Hay momentos sublimes, aterradores, siniestros e inquietantes en esta obra, en esta biografía de las sombras de Tartini. El pulso narrativo, la precisión, la abarcante delicadeza con que el autor va acorralando con ruda belleza al lector, pasan a ser una de las mejores técnicas narrativas que se utilizan hoy en novela. No olvidemos que Ernesto está hecho de poesía, que tiene una mirada marina y una paleta de sensaciones y emociones muy amplia. Su indagación en lo profundo e ignoto del ser humano ya lo vimos bien en “El juego del mono” pero ya estaba en sus cuentos y en sus poemas anteriores.

Tartini amó la belleza. Sus manos acariciaron con igual pasión la espada, el arco del violín y el cuerpo de las mujeres que amó. Su primera etapa vital, coloca los carriles por los cuales discurriría, espada en mano. Deja esta y abraza el violín, en una búsqueda de la perfección de resulta delirante. Y todo aquello, toda esa búsqueda con la espada, esa técnica para la muerte, Tartini la convierte en herramientas para alcanzar la perfección músical, para ser impecable en la ejecución de una pieza al violín. Una vida fascinante, llena de romances, creación musical y tormento.

Pero ¿quién es el narrador? ¿Quién es ése que entre capítulo y capítulo de la vida del “Maestro de las naciones” se muestra insolente y brutal, mientras acota los acontecimientos? ¿Por qué viaja en el tiempo, cómo es que se presenta en aquellos lugares y se mete en la mente del los personajes? Un magnífico deicidio, una brillante supresión de fronteras, las que sean, hacen que el misterioso Berloc nos parezca, demonio o ángel, Dios o Satanás escapado del sueño que dio al músico su inmortal “trino”.

Para los que quieran buscar la belleza y estarse con ella un buen rato, esta es una novela que no se pueden perder y que suma en la bibliografía de su autor una de sus grandes hitos. Si parecía en “El juego del mono” que Ernesto Pérez Zúñiga había desplegado todo su oficio, en “La fuga del maestro Tartini” vuelve a dar un vuelco a la oscuridad, vuelve a hacernos ver el fondo, vuelve a encararnos con nuestras sombras sin hacernos olvidar la belleza, dejándonos saber que tarde o temprano, también nosotros, seremos narrados, seremos carne de memoria y de olvido.

Pedro Crenes Castro

 

http://www.papelenblanco.com/novela/viaje-al-fondo-de-tartini

Siete caminos para Beatriz

siertecaminosweb

 

Después de siete años desde que escribí los primeros poemas de este libro, se ha publicado Siete caminos para Beatriz. 

 http://www.elcultural.es/revista/letras/Siete-caminos-para-Beatriz/35328

http://www.criticoestado.es/el-amor-que-mueve-el-sol-naciente-y-las-estrellas/#more-3548

http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/5664598/perez-zuniga-reescribe-la-beatriz-de-dante#.U2Z1DV45ZnI

http://laslecturasdeguillermo.wordpress.com/2014/03/12/siete-caminos-para-beatriz-de-ernesto-perez-zuniga/

http://elcorreoweb.es/2014/02/25/ernesto-perez-zuniga-baja-a-su-infierno-intimo-y-regresa/

http://www.eldiario.es/politica/Divina-Comedia-inspiracion-Perez-Zuniga_0_232727279.html

http://www.diariodecadiz.es/article/ocio/1717239/perez/zuniga/presenta/una/vision/actualizada/clasico/dante.html

http://www.elcultural.es/noticias/BUENOS_DIAS/5970/Ernesto_Perez_Zuniga

http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-estacion-azul/estacion-azul-ricardo-menendez-salmon-01-03-14/2418520/

http://www.rtve.es/alacarta/audios/el-ojo-critico/ojo-critico-20-02-14/2408430/ 

I

Nel mezzo del cammin di nostra vita

muy dentro del estómago más dentro

en selva de neones

callejón de febrero

tu nombre en las paredes

tu nombre en los andenes

 

Soñando un vaso

un felino ha saltado en la botella

Picando hielo

he encontrado la puerta del infierno

 

Ya no voy a saber lo que me pasa

y no voy a saber cómo cruzarlo

el puente de la furia el cancerbero

 

Las botas militares

en el embarcadero

Hay alas afiladas

cruzando por los sueños

 

Ya no voy a saber lo que me pasa

Sobre el fondo del agua va tu voz

En el final del puente va la nada

 

Nel mezzo del cammin di nostra vita

muy dentro del estómago más lejos

en selva de relojes

callejón de febrero

tu nombre en las paredes

tu nombre en los andenes

 

 

II

 

Contra la noche contra la noche

un relámpago

en selva telarañas el camino

figura de Beatriz intermitente

bajo lámparas de neón estropeadas

telarañas en selvas el camino

un relámpago

contra la noche

Beatriz

contra la noche

 

Aúllan lobos que me guardan

brilla negra una piel en la espesura

los bares han volcado sus banquetas

y el serrín

que se apelmaza bajo el malabar

del barman

recoge

mis huellas

 

Ésta es la senda

ésta es la senda

contra la noche.

 

Contra la noche me hallé dando la espalda

al ángel que descansa en el interior de los timbres

a la lentitud de las sábanas

a la transformación de las esponjas

y necesité abandonar mi herencia

vagar por la cabeza del Diablo entre desiertas torres de marfil

 

Ésta es la selva ésta es la senda

contra la noche

 

Contra la noche sueño con tu rastro

aparto telarañas de las grutas

y rompo

escondidos los remansos

que reflejan tus ojos

 

Contra la noche vuelvo la mirada

hacia los barrios donde golpean los martillos

y saltan parabrisas

un coche bomba busca más lentamente aparcamiento

bidones de basura

arden

Hace tiempo que rebasé la entrada

 

Contra la noche avanzas tan deprisa

que siempre por tocar tu rostro

a solo una niebla de mí

a solo tinieblas de mí

contra la noche pasas tan deprisa

que siempre que extiendo mi mano

te mueves en la luz de los neones

y en el fondo de cada pensamiento

tiembla una figura entre las ramas

 

Contra la noche ven me dices

ésta es la selva dices

ésta es la senda dices

hace tiempo que rebasé la entrada

 

 

IV

 

Yo te escribo, Beatriz, cartas oscuras

silencios electrónicos

disparos de la noche que iluminan el bosque

perros de cacería

 

y tú entre géiseres

arbolados

cierva blanca

venteando el peligro que viejos condenados

avisan en sus potros de tortura

cierva blanca

que salta por el fuego

cuando un demonio quiere acariciarte

otro inmovilizarte con su garra lunar

o guardarte en su anillo.

 

Yo te escribo, Beatriz, cartas oscuras

en el visor de mis prismáticos

mientras desciendo círculos del valle

en el cráter de la isla de los muertos

allá arriba radiantes cordilleras que llaman Purgatorio

donde dicen que aludes de nieve te sepultan

y hacen pensar

 

la cierva blanca

tus pasos en las rocas rojas

me hacen pensar

mi cierva blanca

si un géiser del infierno te detiene

compruebas que te sigo como puedo

y sigues avanzando.

 

 

VII

 

En el paraíso

te voy a perder.

Miro los jardines,

rosales de estrellas,

te voy a perder.

Los dos de la mano

durante el desierto,

ciudad luminosa,

neones de fiesta,

te voy a perder.

Botellas de whisky,

ángeles desnudos.

Sobre los cristales

de la gran berlina

se reflejan rostros

tan maravillados.

Quisiera llevarte

al hotel dormido

lejos de las vírgenes

y las mansas fieras.

Tigres de Bengala

deleitan el tráfico.

Pasean jirafas

dentro del casino.

Quisiera llevarte,

callejón secreto.

Huyamos muy quietos

de este paraíso.

La noche se funde,

los taxis te llaman,

rosales de estrellas,

rosales de estrellas.

Y haberte logrado,

en el paraíso

te voy a perder.

Antes de la casa,

callejón secreto.

Sueños de frontera

suben los coyotes.

Quisiera abrazarte

en el purgatorio.

Prefiero seguirte

por todo el infierno.

Los dioses te buscan

y me dejan solo.

Se detuvo un coche.

“Es la gran berlina”.

Te abren la puerta

y me dejan solo.

En el paraíso

te voy a perder.

José Eduardo Tornay sobre «El juego del mono»

«(…) Precisamente leí la última novela de Ernesto Pérez Zúñiga, quien fuera profesor de literatura en La Línea hace unos años. Se llama El juego del mono, la ha publicado Alianza Editorial y, si están ustedes interesados en leerse un novela apasionante, imaginativa, a la vez realista y onírica y que trascurra en la misma tierra que pisan, ya están tardando en hacerse con un ejemplar.

Montenegro, el protagonista, es precisamente un profesor que navega entre el desinterés de sus alumnos linenses, el contacto con la delincuencia local, el sexo urgente con una compañera de claustro, el deseo prohibido por una alumna quinceañera y el escrutinio de su propia existencia que, como todo lo que le rodea, naufraga.

La frontera, totalmente permeable en la novela, actúa como un filtro que al ser atravesado deposita al protagonista en distintos planos de la existencia, como la trampilla que condujera a un sótano en que fuera posible disfrazarse alternativamente de secuestrador enmascarado y de secuestrado insomne. En la novela hay drogas y mucho alcohol, mucho bourbon. Los monos de Gibraltar, presentes desde el título del libro, son un símbolo que los buenos lectores sabrán interpretar y se emborrachan con tanta frecuencia como los humanos, para eso son nuestros primos hermanos.

Hay, también, el rastro de un muerto y la sombra de una mujer, Sherezade o la Mujer de la Máscara, un manuscrito encontrado por azar y un vaivén continuo a bordo de un Ford Fiesta vetusto entre La Línea, Gibraltar, la playa de Levante y un pueblo innominado al que yo he querido identificar con San Roque. Buena prosa, imágenes insólitas y un argumento al que el lector activo tendrá que añadirle lo que le falte.»

Texto completo en:

http://www.apuntanoticias.com/apuntaguia/index.php?option=com_k2&view=item&id=84%3Anatalia-d%C3%ADaz-está-leyendo&Itemid=71

Juan Ángel Juristo sobre «El juego del Mono», en ABC Cultural.

«Con El juego del mono, el autor vuelve a encerrarnos en un universo extraño, opresivo, donde las tensiones provienen de un contraste violentamente establecido desde el comienzo»

«De esa investigación y de la inmersión en el mundo de la marginación trata este bello libro que se nos presenta como una metáfora salvífica del poder del arte, de la literatura como transformación del mundo, de la visión del hombre ante las cosas. Ese acierto en narrar la frontera entre lo que constituye la ficción y la realidad es la clave de la excelencia de esta novela.»

abc cultural

Huerto cerrado. Blanca Riestra sobre «El juego del mono».

El juego del mono es una novela extraña. En ella, Ernesto Pérez Zúñiga confirma lo que para él es escribir: quemar las naves y volver a empezar, sin aceptar fórmulas, sin acogerse a géneros ni capillas. Escribir a pecho descubierto, cada vez desde cero. Echarse al monte. Todas sus novelas han sido novelas únicas, todas implicaban un riesgo distinto cada una.

El juego del mono, a pesar de estar trufado de homenajes a autores concretos, sobre todo Onetti –inevitable ver ecos de Santa María en Gibraltar-, Valle, Nabokov… desde luego, es una novela que no se parece a ninguna. Siendo contemporánea, no cede en ningún momento a las pequeñas trampas simplificadoras que la contemporaneidad nos ofrece, sino que, como ha dicho un crítico recientemente, vehicula una “extraña pureza”.

Sorprende primero una prosa limpia y dura, esculpida al cincel, de deuda poética. Una prosa  que funciona perfectamente como contrapunto a  un paisaje andaluz, fronterizo, simbólico, y que es casi como cante jondo, esencial, hiriente. Después, llama la atención la particular estructura de muñecas rusas, historia dentro de otra historia, que todo a lo largo de la novela aparece como un calco invertido de unas Mil y una noches, donde el carcelero sería Sherezade y Montenegro el prisionero  condenado a entretener a su verdugo.  Además,  la estructura del Juego del mono evoca, para mí, inevitablemente, la confección de las primeras novelas de origen oriental en nuestra lengua. Pienso en el conde Nicanor y pienso en la culminación de esta tendencia que fue el Quijote. Yéndonos a otros pagos, están en el Decamerón, Gargantúa y Pantagruel, los Cuentos de Canterbury… Una novela, pues, hecha de opúsculos donde un narrador refleja la voz de otro narrador y este a su vez a otro. Este juego, y es que en esta novela todo es juego, contribuye a distorsionar las fronteras de la realidad y la ficción y funciona en sí mismo como un poderoso artefacto de “mise en abîme”.

En El juego del mono, la trama no es estática en absoluto, sino que, en su celeridad, tiene toques de novela negra. Se trata de una historia de descenso, o quizás de dos historias de descenso que se reflejan la una a la otra, como en un espejo. Pero aún así, la acción no es más que el antifaz de otra cosa. Y es que cuando uno cierra el libro y se quita las gafas, es inevitable pensar que estamos ante una novela de acción que en el fondo es alegórica. Es como si en ella  las imágenes establecieran un diálogo destinado a explorar una oscuridad tan cerrada como la esquina negra de la bodega del mono, adonde los últimos rayos de luz del jardín apenas llegan.

Todo es simbólico, pues, y todo es tentativo. Pienso en el diálogo indirecto que se establece entre la carcelera y el prisionero, donde, éste trata de rodear mediante la escritura algo inexpresable, infructuosamente, una y otra vez, y al mismo tiempo, adivinar o sondear cuál es la intención, los pensamientos, los deseos de la temible Sherezade enmascarada.

Pero ¿imágenes de qué? Pues, sobre todo de en qué consiste la existencia y en qué consiste escribir. Porque,  ¿qué es la  vida –permítanme la licencia barroca – más que la reclusión sin razón aparente en una cárcel? ¿Y qué hace el escritor sino seguir la órdenes de un diosecillo cruel que le ordena que explique lo inexplicable, que convierta  su bajeza, su animalidad, su desesperación en palabras?  Montenegro evoca a  Murakami, como patrón de su santo encierro, y es cierto que Murakami es experto en este tipo de personajes confinados en subterráneos absurdos. Pero forzoso es también pensar en el mito de la Caverna, o en el Segismundo de la Vida es sueño o en el pobre Calibán de la Tempestad y preguntarnos con ellos cuales son los límites entre el sueño y la vigilia.

Todos los nombres son simbólicos: Montenegro –sombrío eco del protagonista de las Comedias bárbaras de Valle, de quien hereda su brutalidad y su conciencia- , La chica de la Nariz, la niña de la Ducha. Hasta  La línea de la concepción parece traernos resonancias de otras cosas. El lenguaje y los nombres nos dan pistas, remiten a una mitología primera  y siembran a veces el desconcierto.

Otro hallazgo muy afortunado, a mi parecer, es la utilización del espacio. El juego del mono manipula el espacio al máximo como estrategia expresiva. Lo cual apuntala algo que ya sabíamos,  la intuición de que toda novela no es más que territorio acotado a base de palabras, un laberinto, un recinto voluntariamente desdibujado o definido, con su correspondencia mental  en nuestros momentos de ensoñación o de desvelo. La novela es espacio edificado.

El juego del mono habla, en fin,  sobre la creación, sobre la impotencia, sobre los agobiantes espacios interiores del espíritu. Pero también sobre la vida como prisión y como deslumbramiento. Porque nada es tan hermoso ni tan bello como el jardín, el huerto cerrado, vislumbrado apenas desde el sótano.

Culturamas.

« Entradas anteriores Entradas siguientes »