Publicado originalmente en  Cuadernos hispanoamericanos

 ISSN 0011-250X, Nº 780, 2015págs. 46-49

Rafael Cadenas

 

Encadenado: Adj. Dicho de una estrofa: cuyo primer verso repite en todo o en parte las palabras del último verso de la estrofa precedente.

 

1. El verso es lo que menos importa. Según mi lectura de la poesía de Rafael Cadenas, se trata de un camino hacia el discernimiento. Este es el núcleo de su acción. La escritura poética es parte de ese camino, pero intuyo que hay un largo proceso de trabajo interior no escrito. En sus libros leemos el fruto de ese trabajo, lo que Cadenas alcanza a trasladar de su proceso interno de búsqueda.

 

“Lo que busca es regresar a una relación directa con el mundo y que la palabras sirva a esa relación”, afirmó Guillermo Sucre en su ensayo La máscara, la transparencia.

 

La trasparencia es una voluntad ética que se convierte, de manera natural, en parte de la estética de la obra de Rafael Cadenas. Son numerosos los fragmentos que aluden directamente al despojamiento de la retórica literaria, y de todo aquello que pueda ser falso en la palabra poética. El despojamiento estético sería el fenómeno, en la escritura, paralelo al discernimiento mental.

 

Hay escritos comparables en la práctica totalidad de su obra:

 

En Los cuadernos del destierro: “Quería que todo fuese como una pieza de música y ganoso de complacer mi oído olvidaba las indicaciones de mi corazón, pero mi verbo estaba ahí como una construcción dichosa si no cerrada, en espera.”

 

En Intemperie: “Estamos aquí para decir vedad. Seamos reales.”

 

En Memorial: “Palabras no quiero./ Sólo/ atención/ atención/ atención.”

 

(El gran escritor venezolano José Balza insiste en “la vibrante atención al presente, a la vida total”, en la obra de Rafael Cadenas: “la orientación del alma como energía hacia lo inmediato, lo otro”.)

 

Más energía, en Gestiones: “Soy/ apenas/ un hombre que trata de respirar/ por los poros del lenguaje.”

 

“No quiero estilo,/ sino honradez”.

 

En Apuntes: “Me llama la prosa, el apunte fragmentario, el jirón.”

 

“El poema es una forma, un molde un artificio. ¿Cómo hablar con naturalidad dentro de ese marco?”

 

En Dichos: “Lo ordinario se transfigura, se vuelve lo que ya es -extraordinario- cuando nos damos cuenta de que pertenece a un todo que el pensamiento no puede abordar.”

 

 

2. Pensamiento en la contemplación. La escritura de Rafael Cadenas surge en lo que se contempla en el silencio del pensamiento. Por esta razón, muchos de sus poemas están centrados en la búsqueda de la identidad, o dicho de otro modo, en el desenmascaramiento del yo impostor. Para llegar a aquel lugar donde el verdadero yo inicia el sendero que le corresponde.

 

En Falsas maniobras: “Hace algún tiempo solía dividirme en innumerables personas./ El apego es el enemigo.”

 

En Intemperie: “Cada quien lleva un fantasma incómodo. A espaldas suyas hacemos nuestra alegría.”

 

En Memorial: “la labor de aprender a ser nadie”.

 

En Gestiones: “El que cruza el vestíbulo asignado/ se encuentra consigo/ por primera vez”.

 

En Realidad y literatura: “Un poeta (…) carece de identidad desde el momento que se ve continuamente en la necesidad de ocupar el cuerpo de otro. El obstáculo para la experiencia poética sería la identidad.”

 

En Dichos: “¿Quién en lo profundo se vale de nosotros para romper su silencio?”

 

 

3. El silencio es una de la condiciones de la íntima alquimia que nos trasforma. En el silencio se consuma el despojamiento de las máscaras del yo. La personalidad es ruido: las huellas de lo que no somos impresas en lo que somos. Aunque pueda ser un música hermosa: las notas de la historia sobre nuestra partitura en blanco. En algún momento, resulta preciso desnudar por entero nuestro pentagrama y, partir de esa desnudez, establecer nuevas relaciones con uno mismo y con el resto de la realidad. Entiendo que la renovación de esta manera de percibir es uno de los esfuerzos que realiza Rafael Cadenas con su poesía y que quizá lo ha alcanzado como ningún otro poeta en nuestra lengua. La ausencia de música ajena. Incluso la ausencia de personalidad, si la comparamos con otro gran maestro de la contemplación: Juan Ramón Jiménez, cuyos poemas puros están impregnados de un sí mismo mucho más evidente. La poesía de Rafael Cadenas es una caza imparcial, y parte de lo que él mismo define como una “profunda identidad con el Universo”. Esta es el primer paso. Luego el poeta debe plasmarlo con una palabra verdadera, exacta.

 

En Gestiones: “Todo respira y da gracias/ menos ellos.”

 

 

En Dichos: “Regresar a la naturaleza tiene para mí un solo sentido: vivenciarnos como naturaleza.”

 

En Apuntes: “No hago diferencia entre vida, realidad, misterio, religión, ser, alma, poesía. Son palabras para designar lo indesignable. Lo poético es la vivencia de todo eso.”

 

“Una expresión que fluya desde nuestro vivir”.

 

En Musa: “Ser vocero/ de la más oculta necesidad.”

 

 

4. De ahí, también, la necesidad de un lenguaje. Pero, sobre todo, de ser conscientes de nuestra responsabilidad como emisores de cualquier texto; cuánto más si se trata de un escrito fijado para otros; y en la forma más prestigiosa de cualquier idioma: el poema. En la obra de Rafael Cadenas hay un doble compromiso del lenguaje con la propia lucidez y también con la sociedad a la que está destinado. La honestidad y la coherencia implican que la escritura debe parecerse a la propia visión del mundo. La honestidad y la valentía implican que el lenguaje es el vehículo de nuestra acción en el mundo. 

     En Anotaciones en torno al lenguaje, Rafael Cadenas nos advierte de que la degradación del lenguaje tiene que ver con la degradación del espíritu humano: “La estafa verbal es un rasgo de nuestra época”.

     En Dichos, nos advierte: “Sólo en un sitio puede ser derrotada una sociedad: en el pecho de cada hombre”.

     En la Casa de América de Madrid, en octubre de 2014, afirmó claramente: “Si no hay democracia nos espera la barbarie”.

 

5. Contra la barbarie, contra la ambición hueca (también la literaria), contra el mundo gregario (también el poético), contra la orquesta consentida de las vanidades estériles, contra la palabrería publicada, contra el valor (pretendidamente universal) de la venta y beneficio, contra la confusión pública, contra la confusión íntima, obras como la de Rafael Cadenas nos resultan especialmente necesarias.

     Leyendo a Cadenas, percibimos la retórica de gran parte de la escritura poética. Y de la absoluta importancia de que la palabra venga a la conciencia de cualquier lugar de la atención. De ser lo que uno es (y no lo que los demás, o la tradición, o la oportunidad o la moda quieren que seamos); y saber expresar con desnudez, con fidelidad, ese instante fragmentario de la verdad que a todos nos intercomunica.

     En el festival Poemad de Madrid, en octubre de 2014, Rafael Cadenas matizó uno de sus versos: “El arte, si no es ofrenda, es vanidad”.

     En el caso del poeta, el arte es una ofrenda para otros, que hace la realidad a través del que escribe.

     Lo invisible a través de lo visible.

     El pasado y la intuición del futuro a través del presente.

     Lo desconocido a través de lo conocido.

     Y sucede a través de cada uno de nosotros: el lenguaje solicita una nueva expresión para seguir experimentando el mundo. Hecho con el conjunto de las manos. Pensado en el conjunto de las mentes. Encadenadas. Como si no lo fueran. Pero por fin fusionadas, comprendidas, en cada una de nuestras lecturas.

 

 

Ernesto Pérez Zúñiga