Publicado originalmente el 13 de marzo de 2020 en Zenda.

 

Soy el Amundsen de mí mismo. Ernesto Pérez Zúñiga

Tierra negra con alas

Antología de la poesía vanguardista latinoamericana

Edición de Juan Manuel Bonet y Juan Bonilla

Vandalia, Fundación José Manuel Lara, 2019

 Esta antología es una fiesta fascinante a la que uno es raramente invitado. Abrir las puertas de este libro es entrar a un jardín de verano donde los invitados, algunos famosísimos y muchos totalmente desconocidos, te ofrecen una conversación igual de sorprendente y amena, donde uno se va dejando envolver por el  entusiasmo de la invención y de la inteligencia, por el día radiante de los poetas cuando tocan su estadio de gracia.

     Lo curioso de esta conversación es que todos los poetas hablan con voz propia de un universo común que, al mismo tiempo, comparten y multiplican, y que se va diversificando y aleteando con cada poema, cada vez más lejos, cada vez más alto, en esa esfera grandiosa que en este libro recibe el nombre de vanguardia latinoamericana (y que hay que entender como un organismo con múltiples corazones, dos de los cuales son europeos: París y Madrid).

     Los responsables de esta fiesta, en la casa de Vandalia, son Juan Manuel Bonet y Juan Bonilla, quienes han tratado de reunir el mayor número de poetas de cada uno de los países latinoamericanos, tratando de que todos estuviesen representados, y de que el viaje por la geografía poética fuese completo. Así el lector puede ir subiendo desde Argentina hasta México, en un trayecto asombroso que incluye, para  suerte de los lectores, la poesía de Brasil en su propio idioma, poniendo en relación lo que las fronteras no pueden separar: las ideas y las metáforas, la música y su ruptura, el verso y su imagen.

     Se nota que los editores de este libro se lo han pasado bien haciendo este trabajo y la misma sensación nos trasmiten a los demás. Se nota su amor por el saber, por lo escondido, por el acertijo que siempre propone la vanguardia y las vidas -muchas veces vidas de luciérnaga- de cada poeta. Leyendo el estupendo prólogo de Bonilla, uno puede adivinar las apasionadas conversaciones entre Bonet y él que hay detrás de la escritura. Se trata de una narración adictiva –La caravana americana- que parte de las primeras vibraciones vanguardistas hasta que, después de fraguar múltiples movimientos -algunos grandes, muchos mínimos- se van deshilachando por las décadas. Leyendo las biografías que ha preparado Bonet para presentar a cada poeta, asistimos a una enciclopedia exquisita repleta de datos curiosos e hilados en torno al nudo de la vanguardia.

     Como los propios editores afirman, no se trata de una edición crítica, sino de un libro destinado a los lectores de poesía. «Lo que pretendemos con esta antología es mostrar cómo el espíritu de la vanguardia -que fue una época, más que un movimiento estético- alcanzó América de arriba abajo produciendo decenas de revistas y libros de cientos de poetas».

     A mí me ha resultado una especie de I Ching de la poesía.  Por eso, aunque por supuesto se puede leer de principio a fin, recomiendo hacerlo de una manera azarosa, quizá vanguardista. Abrir este libro por cualquier parte y leer es un verdadero gozo para quien sepa agradecer la mejor invención y el saludo jovial de los desconocidos.

     También lo recomiendo, desde luego, a los poetas de cualquier orilla. Es una anestesia para la muerte estética. Para el aburrimiento adocenado. Para la vacuidad sin luz.

     En todos estos poetas, tantos de ellos perdidos en el tiempo y reunidos en este libro imprescindible, hubo un ansia de aventura que les llevó a un lugar de la palabra que, en la mayoría de los casos, justificó su existencia. Probablemente fueron lejos en la  búsqueda del nuevo verbo poético de Latinoamérica. Pero, sobre todo, entraron dentro del territorio ignorado de sí mismos, donde aguardaban, dormidas, las formas. Exploradores de los polos ignorados. Lo sintetiza maravillosamente un verso de Hidalgo, uno de los grandes de esta caravana vanguardista: «Soy el Amundsen de mí mismo».

     Brillaron en la oscuridad. Aún vemos sus antorchas en la noche.