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Brevísima poética

 

Un don muy concreto: el de convertir por primera vez en materia algo que estaba ausente, y cuya forma de presencia, repentina, emana fielmente de su impulso invisible.

 

Algo que estaba ausente o perdido desde el origen, algo que permanecía en los resquicios de lo evidente o al otro lado de la membrana de las apariencias.

 

Algo que destellaba  en la calle o en el confín de nuestro universo inconsciente o en el ojo del pájaro que se posa en nuestra ventana. Algo que echa a volar delante de nuestras narices todos los días y que el poeta sabe pescar al vuelo.

 

Pescar al vuelo. Pescar en el silencio. Pescar en el conocimiento inesperado del ser (que es uno y es otro y es el mismo ser multiplicado en una diversidad inagotable).

 

Y ser pescado también. El poeta es pescado por el poema. El poema obliga al poeta a escribirlo. Lo sienta, lo despierta, lo sacude. El poeta solo se sacude el picor del poema al escribirlo.

 

El poeta escribe novelas, compone música, pinta cuadros, fotografía, esculpe. No hay límite de géneros para el poeta. Solo cumple una condición: trae lo que no parecía existir antes de convertirlo en arte, y lo hace de tal manera que el resultado final no podía ser de otra forma. De hecho, esa forma es idéntica a la energía donde se depositaba aquel significado que esperaba ser descubierto.

 

Emoción o conciencia. Cada poema es un pequeño despertar para el poeta y para el lector de ese poema en concreto. 

 

El poema de palabras es un ser de la cabeza a los pies. Tiene rasgos únicos, personalidad, independencia, corazón, pensamiento, conciencia y alma. Le gusta (y es) una música determinada. Habla lo justo para morir en el intento de expresarse hasta el límite. Y, a la vez, sabe callar. Siempre se calla algo.

 

Gracias a ese silencio, surge un poema en cualquier otro lugar.

 

 

[Poema] «Anémona» de Ernesto Pérez Zúñiga

Los extraños nos van creciendo dentro.

Un cerco de silencio débil
los actos protegía de las manos.

Porque era la ventana de la rabia
donde peces araña mordían la impotencia.

Y un tobogán respira
y ríe y llora y grita
con el viento de un día
y otro y otro en la cara.

Hacia dónde.
A donde viva el mundo sumergido.

Hacia dónde.
En corriente las algas de todos los segundos
ya nos miran.

Hacia dónde.
Hacia la intensidad de seguir siendo.

Hasta perdernos quién
sabe quién por qué
cómo sabe en qué
cuándo en qué
curva submarina.

Ernesto Pérez Zúñiga en Calles para un pez luna (Visor, Madrid, 2002)

Poemas de Calles para un pez luna

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Carta flotante n.º 1

 Gotas lentas, sordas lentas,

quietas gotas, golpes raros

de tu nombre en mi tejado.

 

Tu mirada en cada esquina.

Un arder de callejones

es mi cama. Raros golpes.

 

Quietas gotas en mi boca,

gotas lentas. Si te llamo

una trampa es el pasado.

 

La mirada es sorda y lenta.

Cuánto fuiste. Te he perdido.

Yo soy mi peor castigo. Seguir leyendo

Poemas publicados en Cuadernos del hábito oscuro

cuadernos-del-habito-oscuro

Plegaria del amante solo que pide ser devorado por otro

Congela mi carne

virgen de la ausencia

en invernaderos

de rojas neveras

La  noche está viva

La cama está muerta

Cuerpo a cuerpo

Yo recibí a mi amor cuando empezó tu guerra

Yo destapé las sábanas para  mi amada cuando ladró vuestra ciudad

con una  bomba  a  punto de explotarle en la boca

Yo

-pura  invención de  su regreso-

por fin mordí  su cuello

y pesqué  sus  pezones  con mis  dientes

mientras  huías

entre  ruinas  de  muertos  que  alzan alguna  sola  vez  los  brazos

para  atrapar la  vida.

Yo entrecerré  los  ojos  cerré  los  ojos cuando

ella  cerró los  ojos  entrecerró los  ojos

Vibraban sus  caderas  y sus  senos y vibraba  la  tierra  y rincones  del  aire  y el

mismo fuego

vibraba  dentro de  las  pieles  como un tambor

cuando un disparo reventó tu cráneo

Dormir  sobre  el  espejo

Volverán los  sueños  huracán tu noche

despertarás  solo

despertarás  solo

con lo que  has  querido ser y ya  no has  sido

Definición de  un objeto

No es extorsión televisiva de  los sueldos

No es la cómoda  balsa  en la  que  el  cuerpo descansa  en mitad del  río

avanzando imperceptiblemente  hacia  las  cascadas  negras

Un colchón es  la  materia  blanda                        

En la  que  te  vi  morir

Un colchón es  la  pradera  y el  otoño

donde  yo rodé

enlazada  a  tu cintura.

Un colchón es  éste  que  empujo fuera  de  casa

con la  ayuda  de  mi  padre                                                       

para  no encontrarme  más  con tu olor ni  con la  sombra  de  tu peso.

El tren fantasma y otros poemas por Ernesto Pérez Zúñiga en Buenos Aires Poetry

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Selección publicada en la página Buenos Aires Poetry por por PIPA PASSES.

Ernesto Pérez Zúñiga (1971) nació en Madrid, ciudad donde vive actualmente. Es licenciado en Filología española por la Universidad de Granada, ciudad donde creció y en la que realizó sus estudios desde la infancia.
Entre sus libros de poemas destacan Ella cena de día (2000), Calles para un pez luna (2002), Cuadernos del hábito oscuro (2007), y Siete caminos para beatriz, (2014).
Como narrador es autor del conjunto de relatos Las botas de siete leguas y Otras maneras de morir (2002) y de las novelas Santo diablo (2004), El segundo círculo (2007), El juego del mono (2011), La fuga del maestro Tartini (2013), y No cantaremos en tierra de extraños (2016). También ha publicado en Francia una novela corta, Écrit  le miroir (2016).
Colabora con distintos medios como El País, Cuadernos Hispanoamericanos o Zenda.

 

EL TREN FANTASMA

A mi lado en el tren, un asiento vacío.
Llevo un vestido tuyo.
Le pongo tu cabeza. Lo relleno
de periódicos tristes.
Y lo siento a mi lado con peluca.
Eres este muñeco.
Eres tu peor parte
para los pasajeros.
Te miro, te reprendo.
Vuelves los ojos
y los pones en blanco.
Y explota la cabeza que te puse
por fin.

(DE CALLES PARA UN PEZ LUNA, 2002). Seguir leyendo

Erri de Luca navega por volcanes en barco de vela por Ernesto Pérez Zúñiga en Zenda libros

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Texto publicado en Zenda libros en febrero de 2017.

Es la primera frase que viene a mis dedos después de leer la poesía completa de Erri de Luca, Solo ida, y un tríptico narrativo, Historia de Irene, ambos publicados por Seix-Barral.

Lectores despiadados me habían advertido en contra de él: demasiado mimado por la crítica en Italia y en Francia (y ahora en España), demasiados libros publicados, demasiado combate público, demasiado aventurero. Tantas prevenciones podrían referirse al mejor escritor de escaparate, a un impostor con buena fe, a un Coelho modelado con la arcilla de Pavese. Pero las paradojas de este autor parecen venir de algo mucho más importante que nuestros prejuicios: la falta de ellos, el anhelo de verdad, la solidaridad del impulso, lo terráqueo de su palabra, la devoción profética, la empatía humana, la relación con dioses silenciosos, la riqueza de aventura, el hundimiento en el fuego del lenguaje, el vuelo hacia la imaginación. Seguir leyendo

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