Los extraños nos van creciendo dentro.

Un cerco de silencio débil
los actos protegía de las manos.

Porque era la ventana de la rabia
donde peces araña mordían la impotencia.

Y un tobogán respira
y ríe y llora y grita
con el viento de un día
y otro y otro en la cara.

Hacia dónde.
A donde viva el mundo sumergido.

Hacia dónde.
En corriente las algas de todos los segundos
ya nos miran.

Hacia dónde.
Hacia la intensidad de seguir siendo.

Hasta perdernos quién
sabe quién por qué
cómo sabe en qué
cuándo en qué
curva submarina.

Ernesto Pérez Zúñiga en Calles para un pez luna (Visor, Madrid, 2002)