Publicado originalmente el 5 de agosto de 2020 en Zenda.
Marsé el mago. Ernesto Pérez Zúñiga

Juan Marsé en París en 2007. Foto: Daniel Mordzinski.
Es sencillo de explicar. Cuando uno era jovenzuelo, ignorante e injusto, venía a salvarnos la estrella de Marsé. Habíamos leído a otros autores españoles, algunos realmente buenos, pero cuando queríamos poner en una mano la literatura que se escribía en América y en otra la española, en esa mano pesaba como ninguna otra la obra de Juan Marsé. Él había conseguido elevar a sus personajes a la categoría de mito. Y tenía en el lenguaje algo escaso en los demás: magia.
La magia, contenida y retenida en el lenguaje, se liberaba conforme los ojos pasaban por las palabras de sus novelas: una voz que narra entre el asombro y la honestidad con imágenes punzantes, inolvidables, que convocan directamente un lugar del lector a donde muy pocos anzuelos llegan: el niño.