«El centro no es el ser humano, sino el planeta del que emanamos con la misma entidad que una roca, un arroyo, una hoja, un lince. Nuestra misión no es la bíblica de dominar y explotar el mundo -ahora a través de la robótica- sino respetarlo, comprenderlo, y vivir en él con armonía. Esa evolución de muestra conciencia resulta mucho más urgente que cualquier tecnología que podamos inventar. Nada de la naturaleza nos resulta ajeno. De la esperanza del geohumanismo puede surgir un nuevo Renacimiento. Nos lo está pidiendo a voces de huracán, a golpe de deshielo, y en el silencio de los desiertos progresivos, quien nos da la vida: la Tierra».
Publicado originalmente en El País
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