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Texto publicado en Zenda libros en febrero de 2017.

Es la primera frase que viene a mis dedos después de leer la poesía completa de Erri de Luca, Solo ida, y un tríptico narrativo, Historia de Irene, ambos publicados por Seix-Barral.

Lectores despiadados me habían advertido en contra de él: demasiado mimado por la crítica en Italia y en Francia (y ahora en España), demasiados libros publicados, demasiado combate público, demasiado aventurero. Tantas prevenciones podrían referirse al mejor escritor de escaparate, a un impostor con buena fe, a un Coelho modelado con la arcilla de Pavese. Pero las paradojas de este autor parecen venir de algo mucho más importante que nuestros prejuicios: la falta de ellos, el anhelo de verdad, la solidaridad del impulso, lo terráqueo de su palabra, la devoción profética, la empatía humana, la relación con dioses silenciosos, la riqueza de aventura, el hundimiento en el fuego del lenguaje, el vuelo hacia la imaginación.

Ligereza del fuego. Ligereza del vuelo. Erri de Luca navega por volcanes en barco de vela.

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Antiguamente, los volcanes estaban reservados para Empédocles. Marcel Schwob nos cuenta cómo, después de asombrar a la isla con su saber, fue hallada la sandalia del filósofo junto al cráter del Etna. También transcribe las siguientes palabras de Empédocles: “Todos los seres no son más que trozos desunidos de esa esfera de amor donde se insinuó el odio”.  Podría ser un verso de Erri de Luca. O, mejor, quizá la poesía de Erri de Luca consiste en ir recogiendo esos fragmentos desperdigados por el mundo para reunirlos en forma de libro.

         Desperdigados en la cumbre de las montañas.

En los bosques napolitanos donde combatió su padre.

En barcas varadas en la orilla hostil del Mediterráneo.

En Sarajevo, bajo las bombas.

En los salmos de la Biblia.

En cualquier calle, a tu lado.

 

Uno reconoce en Erri de Luca a un poeta que arranca versos de nuestra historia corriente, de nuestra historia política, de la memoria de nuestros padres y del canto de los ancestros.

Sus poemas son, en muchas ocasiones, una personal reescritura de la Biblia, lo que un solo hombre puede integrar de los múltiples libros de la historia sagrada, con la mirada puesta en el mundo contemporáneo. Con el Génesis, Erri de Luca es capaz de hacernos sentir la materia viva del planeta. Trasforma el Éxodo en la huida de los inmigrantes por el mar (“somos un cubo en un pozo de estrellas”), el Evangelio puede transcurrir en nuestras ciudades en guerra o en cualquier esquina del viaje de los perdedores. Escribe versiones de los salmos como si de un Fray Luis contemporáneo se tratara, e invoca el poder visionario de los profetas: “Los poetas, variantes menores de los profetas”, dice en un verso. La poesía de Erri de Luca se construye tras el silencio clamoroso de la normalidad establecida. “La poesía comienza cuando ella deja de decir”, afirma, y, a través de ella, aprieta un lazo inagotable con el ser humano, más allá, incluso de las citas clásicas: “yo soy hermano de lo peor/ que hay en un hombre”.

La palabra de Erri de Luca es de una rara facilidad, que su traductor al español, Fernando Valverde, ha sabido trasladar nítidamente a nuestro idioma. Como la piedra de lava, no pesa, pero tiene una entraña de fuego y de ceniza, fruto de la fragua del pensamiento:

“Amor es solo un nombre,

cualquiera lo puede nombrar en vano.

En cambio, amar, verbo en infinitivo, es incandescente”.

También su poesía es infinitiva. Viene de la acción (lo experimentado) y se convierte en palabra en movimiento, que pellizca desde el interior de la lectura.

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Este mineral poético atraviesa las narraciones de Erri de Luca como una veta de cuarzo una tierra esponjosa, concentrando hallazgos de un suave misticismo en pasajes de una cotidianidad objetiva.

Así, las narraciones incluidas en Historia de Irene tienen el aire de un poema expandido, abierto, descascarillado de abstracciones, pero con la misma concentración de algo esencialmente humano. “Yo recopilo historias; son (…) sal, lo que queda después del sudor.” Estas historias, que solo en la primera de este volumen tiene un aire mágico, se concentran en los confines de los éxitos de nuestra civilización: una isla del Mediterráneo, donde una niña embarazada, huérfana, cuenta su historia, con los pies en el agua; una roca, donde un viejo se aparta definitivamente del mundo al que ha pertenecido; otra barca de fugitivos, ahora en la segunda guerra mundial.

En ella viajamos con ligereza.
El mar quema bajo la quilla.
Estamos a punto de arder, pero también de salvarnos.
Erri de Luca navega por volcanes en barco de vela.