Autor: Ernesto Pérez Zúñiga (Página 3 de 9)

Amistad de la muerte

Publicado originalmente el 2 de septiembre de 2020 en Zenda.

Amistad de la muerte. Ernesto Pérez Zúñiga

La muerte de Sócrates. Jacques-Louis David

Me pregunto cuántas cosas dejaríamos de hacer si no existiera la muerte. Probablemente, no consideraríamos necesario empeñarnos en casi nada. No existiría gran parte de las obras literarias ni desde luego los museos, cuyas obras seguirían siendo propiedad de sus autores, en el caso de que hubiesen considerado oportuno el esfuerzo para llevarlas a cabo.

Valle-Inclán lo expresaba así en una conferencia de 1926: «Porque sabemos que tenemos que morir, nos esforzamos en sobrevivir y en crear belleza y arte». Él desde luego lo consiguió con creces y por eso lo seguimos leyendo ahora. Lo seguimos viviendo, podría decirse, porque él como todos los artistas y creadores que admiramos guardan una vida latente en sus obras que nosotros activamos al leerlas o al contemplarlas o al escucharlas en el caso de la música. Podríamos definir incluso el arte como «aquello que hace vivir a sus autores por encima de su muerte».

Y también podríamos concluir que la muerte es condición indispensable para la existencia del arte. Sería espantoso que, pasados los siglos, Cervantes siguiera llenando los escaparates de la librerías con nuevas novelas y que Beethoven hubiese compuesto ya varios centenares de sinfonías. Los aborreceríamos, seguramente. Y ellos, tal como hicieron, preferirían haberse muerto. La muerte posibilita la renovación artística y, por supuesto, algo muy obvio: la renovación de la vida.

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Marsé el mago

Publicado originalmente el 5 de agosto de 2020 en Zenda.

Marsé el mago. Ernesto Pérez Zúñiga

 

Juan Marsé en París en 2007. Foto: Daniel Mordzinski.

Es sencillo de explicar. Cuando uno era jovenzuelo, ignorante e injusto, venía a salvarnos la estrella de Marsé. Habíamos leído a otros autores españoles, algunos realmente buenos, pero cuando queríamos poner en una mano la literatura que se escribía en América y en otra la española, en esa mano pesaba como ninguna otra la obra de Juan Marsé. Él había conseguido elevar a sus personajes a la categoría de mito. Y tenía en el lenguaje algo escaso en los demás: magia.

     La magia, contenida y retenida en el lenguaje, se liberaba conforme los ojos pasaban por las palabras de sus novelas: una voz que narra entre el asombro y la honestidad con imágenes punzantes, inolvidables, que convocan directamente un lugar del lector a donde muy pocos anzuelos llegan: el niño.

 

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El juego de la mentira en Valle Inclán

Publicado originalmente el 1 de julio de 2020 en Zenda.

El juego de la mentira en Valle Inclán. Ernesto Pérez Zúñiga

Imagen de www.zenda.com

 Valle-Inclán se pasó media vida jugando a mentir, la otra media se la pasó escribiendo. Pues en el hecho de escribir se encontraba la verdad más acabada de su encuentro con la vida: la ficción misma.

   Valle-Inclán se reintentaba constantemente. Leyendo sus entrevistas, sus declaraciones, sus artículos, encontramos un personaje que se proyecta en el tiempo igual que en un escenario, donde hay un solo actor, el propio Valle, interpretando cualquiera de las figuras que va imaginando y que le convierten en aventurero, revolucionario, espadachín, aristócrata, peregrino y, en fin, lo que su capacidad de fabular quisiera. Manuel Azaña, que fue buen amigo suyo, lo describió así: «Es tan prodigiosa su facultad de personificar, de formar criaturas exentas, que los defectos y las cualidades de su carácter se han convertido en otros tantos personajes, con físico, actitudes y hasta vocabulario diferente () Hay un Valle-Inclán arriscado, temerario, y otro piadoso y recoleto. Alguna vez, yendo a encontrarme con Valle-Inclán, me he preguntado a cuál hallaría de los varios que existen.» Seguir leyendo

La bandera que vino del mar

Publicado originalmente el 3 de junio de 2020 en Zenda.

La bandera que vino del mar. Ernesto Pérez Zúñiga

 

La eligió Carlos III para que los barcos de su flota fuesen reconocibles en el mar, lo más posible en días nublados y bajo la lluvia y en la noche y en tiempos de tormenta. De manera que la bandera de España nace asociada a la luz necesaria en la dificultad de visión, y también al mar de circunstancias cambiantes: vientos, corrientes, calma chicha. También, es verdad, a la batalla.
Llevamos ese karma simbólico en la bandera, cuyos avatares históricos son bien conocidos. Pero importa subrayar que es la bandera que eligió España -España está acostumbrada ya a que la personifiquemos como ser consciente formado por millones de personas- cuando se decidió por fin a ser una democracia, superando las heridas de la última dictadura que siguió a la última guerra civil.

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Elogio del librero

Publicado originalmente el 6 de mayo de 2020 en Zenda.

Elogio del librero. Ernesto Pérez Zúñiga

 

Alfonso Tordesillas, en el escaparate de Tipos Infames, la librería que fundó junto a Gonzalo Queipo y Curro Llorca. Fotografía de Roberto Ranero para guiarepsol.com

Los seleccionó y los trajo y los colocó en la mesa y en la estantería, ordenados por géneros y por autores. Lo hizo, fundamentalmente, para desconocidos. Como quien pone las flores para la abeja, quién sabe cuál ni de dónde. Lo hizo para el adolescente que quería alas. Ya no funcionaban en casa, con los libros de infancia. La abeja se paseaba por los lomos, palpándolos con la trompa. Pienso en los tomos de Rimbaud que publicó Hiperión; el fucsia de las Poesías completas, el violeta de las Iluminaciones, la cubierta pálida de Una temporada en el infierno. Los dedos hacían palanca en la parte superior del lomo, abrían el libro, lo acercaban al olfato, las letras se metían por los ojos, sí, como abejas que llevaban el polen a la imaginación. Un adolescente leía lo que otro adolescente (glorioso) había escrito hacía un siglo atrás.

El librero, la librera, habían trazado aquel extraordinario milagro del tiempo. Habían tomado aquellos libros escritos en días desaparecidos y los habían transportado hacia un espacio acogedor, cien años más tarde, mil años más tarde, dos mil quinientos años más tarde. Los habían traído de todas las épocas y de todos los espacios, traducidos de recónditos idiomas, como si ellos, uno solo, la librera o el librero, fuera el ejército completo que Ptolomeo mandó por todo el orbe para capturar los libros que luego formaron la Biblioteca de Alejandría.

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Microdecamerón

Publicado originalmente el 1 de abril de 2020 en Zenda.

Microdecamerón. Ernesto Pérez Zúñiga

Waterhouse, John William; The Decameron; Lady Lever Art Gallery

Al contrario que los personajes de Bocaccio, nos quedamos encerrados en la ciudad. Algunos de nosotros teníamos casas de campo, lejos de las calles contaminadas y de nuestra propia contaminación, pero no quisimos llevarla a los ancianos.

Nos contábamos historias de los pueblos.

Había una señora que siempre habíamos visto sentada al sol escuchando el río. La mujer recortaba las cortinas de su casa y con los pedazos fabricaba mascarillas que, al atardecer, en el silencio, dejaba en la puerta de los vecinos, para que salieran tranquilos a comprar el pan, que seguía viniendo en furgoneta desde el horno más cercano.

Los pájaros cantaban como nunca.

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Soy el Amundsen de mí mismo

Publicado originalmente el 13 de marzo de 2020 en Zenda.

 

Soy el Amundsen de mí mismo. Ernesto Pérez Zúñiga

Tierra negra con alas

Antología de la poesía vanguardista latinoamericana

Edición de Juan Manuel Bonet y Juan Bonilla

Vandalia, Fundación José Manuel Lara, 2019

 Esta antología es una fiesta fascinante a la que uno es raramente invitado. Abrir las puertas de este libro es entrar a un jardín de verano donde los invitados, algunos famosísimos y muchos totalmente desconocidos, te ofrecen una conversación igual de sorprendente y amena, donde uno se va dejando envolver por el  entusiasmo de la invención y de la inteligencia, por el día radiante de los poetas cuando tocan su estadio de gracia.

     Lo curioso de esta conversación es que todos los poetas hablan con voz propia de un universo común que, al mismo tiempo, comparten y multiplican, y que se va diversificando y aleteando con cada poema, cada vez más lejos, cada vez más alto, en esa esfera grandiosa que en este libro recibe el nombre de vanguardia latinoamericana (y que hay que entender como un organismo con múltiples corazones, dos de los cuales son europeos: París y Madrid).

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España

Publicado originalmente el 4 de marzo de 2020 en Zenda.

Octava entrega en la que dos escritores exponen su punto de vista sobre un mismo tema. Pérez Zúñiga y García Ortega, como Stewart y Widmark en el filme de John Ford, cabalgan juntos cada primer miércoles de mes en pos de un único destino: la literatura.

España. Ernesto Pérez Zúñiga

Tengo inmensa suerte de haber nacido en España por una multitud de razones que quizá podrían sintetizarse en que este país es ahora, atravesando el siglo XXI, el justo medio de democracia y  prosperidad, de buen humor y buen tiempo, de una excelente literatura que la atraviesa por siglos en el mismo idioma en el que hablo y escribo, aunque no siempre esté en la primera línea de atención. Todos los días puedo comer verduras deliciosas, aceite de oliva y almendras, beber vino blanco o vino tinto. Gozamos de una libertad de expresión más que razonable, casi quisquillosa, y de avances en tolerancia social más o menos de vanguardia. La educación no es lo nuestro. Tampoco un alto nivel de conciencia. Ambas son muy mejorables. Pero, aún así, se nota un cambio sobresaliente respecto a las décadas granadinas en las que me crié, saliendo del franquismo. 

            España es el país que amo, aunque España no existe.

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La tercera orilla del río

Publicado originalmente el 5 de febrero de 2020 en Zenda.

Octava entrega en la que dos escritores exponen su punto de vista sobre un mismo tema. Pérez Zúñiga y García Ortega, como Stewart y Widmark en el filme de John Ford, cabalgan juntos cada primer miércoles de mes en pos de un único destino: la literatura.

La tercera orilla del río. Ernesto Pérez Zúñiga

Carl Moll. Twilight

Hay un cuento de Guimarães Rosa que solo he leído una vez, hace muchos años, y que nunca he podido olvidar: Se llama La tercera orilla del río. En él se cuenta la historia de un hombre que abandona todo lo que tenía (sus bienes, su familia, su pasado) y se marcha. Todo el mundo da por hecho que ese hombre ha cruzado el río y ha rehecho su vida en la otra orilla. Sin embargo, acabamos descubriendo que su elección ha sido otra: quedarse en el curso del agua, navegando hacia el nacimiento o hacia la desembocadura, sin desembarcar nunca en la tierra, estableciendo solamente un vínculo con un lugar en movimiento, la propia corriente, que no puede pertenecer a nadie.

     Esa renuncia a no pertenecer a ninguna parte, salvo al instante fugitivo, me fascinó de inmediato. El propio concepto, en principio imposible, de la tercera orilla me hizo abrir la conciencia a una dimensión que, desde entonces, se iba a convertir en uno de mis espacios favoritos.

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El rostro

Publicado originalmente el 8 de enero de 2020 en Zenda.

Séptima entrega en la que dos escritores exponen su punto de vista sobre un mismo tema. Pérez Zúñiga y García Ortega, como Stewart y Widmark en el filme de John Ford, cabalgan juntos cada primer miércoles de mes en pos de un único destino: la literatura.

El rostro. Ernesto Pérez Zúñiga

 

El rostro de la amada o del amado. El rostro de Laura (Gene Tierny) en el cuadro mientras el detective (Dana Andrews) pasea inquieto por la habitación donde investiga su muerte. El rostro misterioso y magnético que le mira desde la pintura con el enigma de la vida y del amor. El rostro de la persona desconocida que, de repente, irrumpe en el apartamento y, para sorpresa del detective, solo del detective, tiene los mismos rasgos que la mujer del cuadro. Los rostros que vamos a amar siempre descubren nuestra ignorancia.

     Nacemos al rostro. El rostro es un nacimiento. El rostro tiene infancia, madurez, vejez y vacío.

     El niño quiere ser el rostro de un héroe: John Wayne, por ejemplo, Ringo Kid cuando se interpone en el camino de la diligencia y blande su rifle y lo hace girar en el aire mientras sonríe con la seguridad de alguien que ha decidido vivir sin miedo.

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