Publicado originalmente el 1 de Noviembre de 2022 en Letras Libres.
Baobabs en la avenida
Ernesto Pérez Zúñiga
Este artículo comienza en Dakar, un día de parda calima. Una calima que riega de arena las calles y los coches que se aprietan en el intenso atasco de la ciudad. Un atasco lleno de movimiento y de polución y de gente que se cruza con miradas dispuestas a quedarse en la tuya. Dakar no es como yo pensaba. No hay largas filas de gente esperando para escapar de África. No. África quiere ser África. La Universidad de Dakar es enorme como varios estadios con miles de jóvenes que entran y salen de las aulas.
Anoche el primer director del Instituto Cervantes en esta ciudad, Nestor Nongo, me llevó al Xorbi, un bar semiclandestino donde los muchachos de cualquier religión beben cerveza Flag y esperan, viendo fútbol europeo, una dorada a la brasa. Un lugar que parece estar en ninguna parte pero que inyecta vida intensamente. Sí, eso transmite Dakar: un caldero de la vida. En el Xorbi conozco al hispanista Nzachée Noumbissi, que me habla del gran interés de los jóvenes senegaleses por el español -muchos de los cuales se forman como profesores de nuestro idioma- y por la importancia de traer a Dakar la literatura española. Yo quiero conocer más sobre la literatura senegalesa. La noche sopla sobre las palabras. En las calles aledañas se acumulan los carneros que pronto, en la fiesta musulmana, serán sacrificados. En las dos pantallas del Xorbi, un partido de fútbol de la Liga Española llena de movimiento la imaginación de los jóvenes Seguir leyendo