«El humanismo renacentista quiso poner a nuestra especie en el centro del cosmos, para desarrollar todo nuestro potencial como seres divinos. Ahora resulta imprescindible y urgente que la Tierra, Gea, ocupe la posición que le corresponde en el centro de ese desarrollo. Un geohumanismo, por tanto, donde el ser humano se conozca como parte armónica de la Tierra, ni más ni menos que el resto de los animales, las plantas y las rocas. Ni más ni menos que las montañas, los bosques y los océanos. Todo desarrollo o progreso humano sin la Tierra es subdesarrollo y suicidio».

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Originalmente publicado en 142

Foto: Ernesto Pérez Zúñiga

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