Carta flotante nº 1

               Gotas lentas, sordas lentas,

               quietas gotas, golpes raros

               de tu nombre en mi tejado.

               Tu mirada en cada esquina.

               Un arder de callejones

               es mi cama. Raros golpes.

               Quietas gotas en mi boca,

               gotas lentas. Si te llamo

               una trampa es el pasado.

               La mirada es sorda y lenta.

               Cuánto fuiste. Te he perdido.

               Yo soy mi peor castigo.

Anémona

 

               Aquí entre las horas peces

               salpican segundos

               de escamas de mano en mano

               como trampas

               tras trabas trabajos

               como trampas

               vivos

                        vamos.

                                    Vi

               calabozos diluidos

               idos

               locos

               aquí entre las horas peces.

El bosque

               El bosque cruzas.

               El bosque está en mis ojos.

               El bosque arde.

                         En la tumba de Arthur Gordon Pym

               Junta dedos y manos.

               Nada de lo que ves es cierto.

               Ni aquella catarata blanca

               que cae del cielo.

               Ni esa mirada negra

               que respira del mar.

               Junta dedos y manos.

               Ni tu antebrazo es cierto.

               No lo son ni tus hombros ni tu pecho.

               Ni el rostro de tu cuerpo es cierto.

               Junta dedos y manos.

               Sólo ellos son reales

               a punto de caer sobre el vacío.

El tren fantasma

               A mi lado en el tren, un asiento vacío.

               Junto a mí, un vestido tuyo.

               Le pongo tu cabeza. Lo relleno

               de periódicos tristes.

               Y lo siento a mi lado con peluca.

               Eres este muñeco.

               Eres tu peor parte

               para los pasajeros.

               Te miro, te reprendo.

               Vuelves los ojos

               y los pones en blanco.

               Y explota nuestro mundo que te puse

               por cabeza.

VII

 

El muerto avisa en su vestido.

Su piel contra la tela busca cárcel.

Se cierran las persianas.

Pasea.

El muerto avisa en las ciudades.

 

El muerto está en la orilla.

Hay pies que le rodean,

pateras en la espuma.

Hay cangrejos que indagan los centros comerciales.

Y una tortuga vende a un policía

chalecos antitiempo.

El muerto tiene prisa de que le saquen fotos

que no ardan en el fósforo del megacementerio.

 

Hay dados en tu mano y el muerto te vigila.

Los tiras al vacío y el muerto te comprende.

La caja los registra contra el muro, al contado.

Y vamos a la nada por caminos de todo.

 

El muerto lee los libros del pasado,

talla en los bosques troncos de palabras

y las letras son sólo cortinas en el viento,

otra barca que escapa, otra isla que engaña

un olor de tesoros temblando en la maleza.

Otra ciudad camina por las calles

con ojos como gotas que roen el fregadero.

 

El muerto compra aquellos ascensores

que siempre le regalan los botones de stop

y trabaja pegando carteles con tu nombre

para que tú te busques, te entregues y te cobres.

 

Hay ríos y hay un puente con pilares de piedra

que ahondan su destino en un tiempo profundo.

La corriente se lleva un deseo de peces

y el muerto pesca prisa con anzuelos tan lentos

que nunca recupera todo el tiempo perdido.

 

Si quema los rastrojos de los campos

se le incendian los bosques del olvido.

Si el muerto se emborracha, le queman los gusanos,

porque aún no conoce la palabra precisa

para enlazar tu mundo con tu muerte.

 

Quizá si los caballos espolea del aire

es para respirar en el galope,

es para comprender al trote.

Para sobrevivir al paso.

Quizá salta una valla y se cae en el barro

y le modela Dios, con sed, sin alma.

 

Lo mira el pájaro, muy lejos, solo,

vareando las ramas como el viento,

recogiendo un esfuerzo de aceitunas.

Y por los surcos del sembrado corre un agua

que no ha dejado de venir eternamente

de los lodos de la creación, de albercas

en donde los dioses son algas.

 

El muerto usa una azada:

su sombra

con la que busca el alba en el crepúsculo.

El muerto usa un tractor:

sus dientes

con que siega gargantas del deseo.

Son los largos trigales bajo el sueño.

Son los hombres que tallan en las piedras

sus armas, sus palabras y salarios.

El muerto usa una pala

con la que entierra el mundo.

 

Tiene un amor el muerto

y le envía las flores de su sangre.

Y su amor bebe rojos los abrazos y ríe,

y se lava las manos en la fuente:

una toca los peces contra el tiempo,

otra busca monedas

que arrojaron los sueños de los otros.

 

El muerto nunca resucita,

mira absorto la luz que deja atrás.

Se crucifica en cruces de caminos pasados.

Lo anduvo en mal morir,

en dejarse matar,

en matar lo que pudo.

 

El muerto tiene periscopios

y espía las familias en sus barcas.

No hay remos sino días,

no hay días sino anémonas tendidas

en las rutas de todo viaje.

Y hay un pez predador en tu mirada.

 

Nada un pez luna toda la ciudad.

En su ojo fosforece tu vacío.

Acaricia su aleta los espacios que fuiste.

Enfría su barriga tus huellas más recientes.

Acerca su pupila

a semáforos verdes

y se ilumina con el fantasma de tus pasos.

El semáforo cambia a rojo

y el pez luna se aleja al callejón de nada

donde suenan las leyes,

los himnos, los jadeos

que hicieron a los hijos quemando calorías.

 

Hay muertos muy delgados

en los montones de basura.

Hay otros gordos en las grandes avenidas

que fueron disecados como momias o alimañas.

Hay águilas arriba,

sobre los miradores de planetas.

El pez luna las mira

y se escabulle en tu memoria.

 

Busca tu corazón para escaparse,

el ritmo muscular de tu latido,

para fluir por tu sangre,

para esconderse por tus células,

para abismarse por tus genes,

y bailar en tus átomos

y nadar en la nada

y nadar hasta el fin,

hacia ninguna parte,

libre aún, poderoso, malperdido.