Categoría: Crítica (Página 4 de 6)
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«No es fácil hallar, en los tiempos que corren, una obra literaria tan cargada de sabiduría y oficio, de tan extraordinaria creatividad como la concebida por el escritor madrileño Ernesto Pérez Zúñiga con «La fuga del maestro Tartini». En esta novela, tan bien documentada como escrita, Pérez Zúñiga ha sabido reunir todos los elementos necesarios para plasmar no solo una historia y una trama admirable, sino algo a mi parecer mucho más importante, cual es el hecho de aguijonear, provocar e incitar al lector a entregarse al texto en cuerpo y alma desde la primera página, como si en ello le fuera la vida. En ella hallamos multiplicidad de matices que uniéndolos o interrelacionándolos -historia, aventura, voces narrativas, lenguaje, conocimiento, humanismo, etc- consiguen mantener la curiosidad y la intensidad lectora hasta el final del texto. Pérez Zúñiga, por tanto, no solo nos brinda la oportunidad de conocer la vida del excelente y desconocido músico del siglo XVIII Giuseppe Tartini, a través de una estructura narrativa sólida y fluida en su construcción lingüística, con la alternancia de dos voces narrativas y una exquisita prosa, sino que además nos adentra en la sociedad de la época, en sus vicios y virtudes y nos hace cómplices de los sentimientos y la pasión creadora de Tartini, de su sentido de la libertad o la amistad, del bien y del mal en ese vital encuentro con el diablo en un sueño de eternidad y que servirá para seguir sus dictados hasta componer la célebre Sonata del Diablo, conocida también como «El trino del Diablo». Estética y ética se dan la mano en esta magnífica novela, y recorren los caminos y las ciudades (Venecia, Ancona, Pirano, Capodistria, Venecia, Praga y Padua), y nos muestran las miserias del hombre y la pasión creadora como razón de ser primera y última. Todo se entrelaza y funde en este inolvidable texto, en el que no podemos olvidar el latido feroz en la búsqueda siempre de la belleza a través de los sonidos, de la música en su estado puro. Ni el dolor insoportable de su brazo le restará fuerza a Tartini para escribir, en sus últimos días, su biografía: «Será porque después de varias décadas suena nítida la sonata que compuse en Ancona, también después de un sueño. Serán estas causas las que me determinan a dejar por escrito los hechos de mi vida antes de que se nublen definitivamente y los arrastre una última tormenta». También hallamos al Tartini inconformista, que se enfrenta al poder: «Repugna ver tanta felicidad humillada ante el poder. Siempre lo he detestado, lo prueban cuantas invitaciones he rechazado para ser músico de corte. Si tenía que tocar ante alguien, he preferido hacerlo ante el Dios de la Basílica». Tartini no solo es un genio, un virtuoso del violín, un creador nato, sino un hombre, un ser humano que siente y, sobre todo, ama la libertad: «La estancia, situada en lo más alto del edificio, apenas tendría diez metros cuadrados […]. En esas dimensiones sentía la dicha de la libertad por primera vez en mi vida. Por primera vez, atesoraba el tiempo, el tiempo azul del ventanuco». La música será, después de haber empuñado la espada y conocer la vida monacal, su salvación, gracias a su amigo Vandini, su única pasión, su vida entera: «Antes de Praga, amaba la música en mí; después, aprendí a amar la música en los demás. Esto influyó en mi admiración por la voz humana, que hoy considero el fenómeno musical por excelencia y al que he dedicado mis últimas composiciones». Tartini -el músico y el hombre- es ya otredad, vive en los demás de tal manera que llega a afirmar: «La música más hermosa está en el ser humano, no necesitas mirar a otra parte, Giuseppe Tartini, infierno o cielo, ningún lugar eterno; nada es tan poderoso como nuestra fragilidad; en ningún lugar hay mayor intensidad concentrada; y se hace mucho más grandiosa cuando somos generosos que cuando tratamos de desahogar nuestra desesperación». Ocupa un lugar destacado en Tartini, el sentido de la amistad: «Aquel Vandini de treinta años ya nunca dejó de acompañarme. Él es el mejor violonchelista que haya conocido el mundo», incluso aquella nacida del desencuentro y la rivalidad, caso de Veracini:«Hablamos como antiguos compañeros de las orquestas de Praga y ambos nos reímos de aquella rivalidades a las que hoy no encontrábamos sentido. Brindamos por la serenidad de la madurez y por la autenticidad de la música, el único estandarte que vale la pena levantar». No menos importante es para el personaje principal de esta novela la naturaleza: «En la naturaleza encontré la medida de mi renuncia y una profunda libertad». Tartini camina por la plaza San Marcos, en esa búsqueda por la belleza de sus atardeceres. En su cabeza remolinean las palabras:«Los intervalos musicales se corresponden con las pasiones humanas. El modo mayor, ya se sabe, transmite fuerza, alegría, ardor; el menor, dulzura, languidez, melancolía. La semilla de las pasiones está en todos los hombres. Las diferencias las establecen la educación y las costumbres». Pero sobre todo, Tartini es hombre solidario y generoso con los desfavorecidos, y por esta y muchas razones más se pregunta: ¿Hay mayor dicha que poder compartir día a día los pequeños naufragios de la vida, la conversación, el vino, los amores, los conflictos, los rencores, la risa, la música, con alguien con quien uno tiene extrema confianza, una lealtad que dura más que el amor, un amor que suena en un tono menor pero alcanza las costas más lejanas, no se queda en el camino? Estoy seguro de ello, aunque sea este un tiempo de adoración al dios dinero. Mas nuestro personaje es hombre, y como hombre, mortal: «La pluma de Burney vuelve al tintero y después escribe, suena sobre el papel: La belleza de la música nos salva de la muerte. Se detiene sobre la línea que ha escrito. Tacha: salva. Sobrescribe: alivia». Y, ciertamente a Tartini nadie pudo librarlo de la muerte, y por eso, aún después de su muerte, nos hacemos eco de sus palabras: «Solamente un poquito más de música, por favor, su vuelo desde el aire al oído, desde el oído hacia la alegría interna, hacia el agradecido asombro, solamente un poco más de música». A lo que cabría añadir, respecto a la creación literaria: un poco más de buena literatura, la de esta novela sin fin y de las que están por venir de la pluma de Ernesto Pérez Zúñiga, sin duda una voz sobresaliente en el panorama de las letras españolas.»
http://www.papelenblanco.com/novela/viaje-al-fondo-de-tartini
Fuga, una huida hacia el subsuelo, hacia la muerte. Fuga, una composición que gira sobre un tema y su contrapunto, perchas de notas donde colgar las vestiduras del alma. La fuga del maestro Tartini (Alianza editorial, 2013), una compañía, una presencia y una manera de afrontar la eternidad y su brevedad innata.
Ernesto Pérez Zúñiga (1971) es uno de los grandes escritores del momento junto a otros pocos narradores hispanoamericanos. Porque Ernesto no es solo español, es de muchos lados, es de América y es de la Península, del centro, del sur, insular si quiere y hasta panameño. Su arte narrativo se fundamenta en una absoluta pasión por nuestra legua, por la evocación precisa del gesto, del lugar, del aire que narra.
La fuga del maestro Tartini, ganadora del Premio Torrente Ballester, narra la vida del autor del “El trino del diablo”, Giuseppe Tartini, pero desde dentro, desde el fondo, no en lugar de, si no con y desde Tartini, que no puede esconderse ni de sí mismo ni de el implacable narrador, una suerte de dios todo poderoso que supera al narrador omnisciente. Un maravilloso deicidio que nos lleva a través del tiempo, que nos trae y nos lleva por dentro de las pasiones de un genio atormentado.
Pérez Zúñiga nos propone un viaje al fondo del lado oscuro de una biografía. No es esta una novela para lectores superficiales, que pretendan buscar datos fríos u objetivos: ésta es una novela, una composición (fuga) que gira sobre un tema (Tartini) y su contrapunto (el arte, la búsqueda de la perfección, el amor), repetidos con cierto artificio (la poesía) por diferentes tonos (la aventura, el drama, la traición manifiesta, la venganza).
Hay momentos sublimes, aterradores, siniestros e inquietantes en esta obra, en esta biografía de las sombras de Tartini. El pulso narrativo, la precisión, la abarcante delicadeza con que el autor va acorralando con ruda belleza al lector, pasan a ser una de las mejores técnicas narrativas que se utilizan hoy en novela. No olvidemos que Ernesto está hecho de poesía, que tiene una mirada marina y una paleta de sensaciones y emociones muy amplia. Su indagación en lo profundo e ignoto del ser humano ya lo vimos bien en “El juego del mono” pero ya estaba en sus cuentos y en sus poemas anteriores.
Tartini amó la belleza. Sus manos acariciaron con igual pasión la espada, el arco del violín y el cuerpo de las mujeres que amó. Su primera etapa vital, coloca los carriles por los cuales discurriría, espada en mano. Deja esta y abraza el violín, en una búsqueda de la perfección de resulta delirante. Y todo aquello, toda esa búsqueda con la espada, esa técnica para la muerte, Tartini la convierte en herramientas para alcanzar la perfección músical, para ser impecable en la ejecución de una pieza al violín. Una vida fascinante, llena de romances, creación musical y tormento.
Pero ¿quién es el narrador? ¿Quién es ése que entre capítulo y capítulo de la vida del “Maestro de las naciones” se muestra insolente y brutal, mientras acota los acontecimientos? ¿Por qué viaja en el tiempo, cómo es que se presenta en aquellos lugares y se mete en la mente del los personajes? Un magnífico deicidio, una brillante supresión de fronteras, las que sean, hacen que el misterioso Berloc nos parezca, demonio o ángel, Dios o Satanás escapado del sueño que dio al músico su inmortal “trino”.
Para los que quieran buscar la belleza y estarse con ella un buen rato, esta es una novela que no se pueden perder y que suma en la bibliografía de su autor una de sus grandes hitos. Si parecía en “El juego del mono” que Ernesto Pérez Zúñiga había desplegado todo su oficio, en “La fuga del maestro Tartini” vuelve a dar un vuelco a la oscuridad, vuelve a hacernos ver el fondo, vuelve a encararnos con nuestras sombras sin hacernos olvidar la belleza, dejándonos saber que tarde o temprano, también nosotros, seremos narrados, seremos carne de memoria y de olvido.
Pedro Crenes Castro
http://www.papelenblanco.com/novela/viaje-al-fondo-de-tartini
Después de siete años desde que escribí los primeros poemas de este libro, se ha publicado Siete caminos para Beatriz.
http://www.elcultural.es/revista/letras/Siete-caminos-para-Beatriz/35328
http://www.criticoestado.es/el-amor-que-mueve-el-sol-naciente-y-las-estrellas/#more-3548
http://elcorreoweb.es/2014/02/25/ernesto-perez-zuniga-baja-a-su-infierno-intimo-y-regresa/
http://www.eldiario.es/politica/Divina-Comedia-inspiracion-Perez-Zuniga_0_232727279.html
http://www.elcultural.es/noticias/BUENOS_DIAS/5970/Ernesto_Perez_Zuniga
http://www.rtve.es/alacarta/audios/el-ojo-critico/ojo-critico-20-02-14/2408430/
I
Nel mezzo del cammin di nostra vita
muy dentro del estómago más dentro
en selva de neones
callejón de febrero
tu nombre en las paredes
tu nombre en los andenes
Soñando un vaso
un felino ha saltado en la botella
Picando hielo
he encontrado la puerta del infierno
Ya no voy a saber lo que me pasa
y no voy a saber cómo cruzarlo
el puente de la furia el cancerbero
Las botas militares
en el embarcadero
Hay alas afiladas
cruzando por los sueños
Ya no voy a saber lo que me pasa
Sobre el fondo del agua va tu voz
En el final del puente va la nada
Nel mezzo del cammin di nostra vita
muy dentro del estómago más lejos
en selva de relojes
callejón de febrero
tu nombre en las paredes
tu nombre en los andenes
II
Contra la noche contra la noche
un relámpago
en selva telarañas el camino
figura de Beatriz intermitente
bajo lámparas de neón estropeadas
telarañas en selvas el camino
un relámpago
contra la noche
Beatriz
contra la noche
Aúllan lobos que me guardan
brilla negra una piel en la espesura
los bares han volcado sus banquetas
y el serrín
que se apelmaza bajo el malabar
del barman
recoge
mis huellas
Ésta es la senda
ésta es la senda
contra la noche.
Contra la noche me hallé dando la espalda
al ángel que descansa en el interior de los timbres
a la lentitud de las sábanas
a la transformación de las esponjas
y necesité abandonar mi herencia
vagar por la cabeza del Diablo entre desiertas torres de marfil
Ésta es la selva ésta es la senda
contra la noche
Contra la noche sueño con tu rastro
aparto telarañas de las grutas
y rompo
escondidos los remansos
que reflejan tus ojos
Contra la noche vuelvo la mirada
hacia los barrios donde golpean los martillos
y saltan parabrisas
un coche bomba busca más lentamente aparcamiento
bidones de basura
arden
Hace tiempo que rebasé la entrada
Contra la noche avanzas tan deprisa
que siempre por tocar tu rostro
a solo una niebla de mí
a solo tinieblas de mí
contra la noche pasas tan deprisa
que siempre que extiendo mi mano
te mueves en la luz de los neones
y en el fondo de cada pensamiento
tiembla una figura entre las ramas
Contra la noche ven me dices
ésta es la selva dices
ésta es la senda dices
hace tiempo que rebasé la entrada
IV
Yo te escribo, Beatriz, cartas oscuras
silencios electrónicos
disparos de la noche que iluminan el bosque
perros de cacería
y tú entre géiseres
arbolados
cierva blanca
venteando el peligro que viejos condenados
avisan en sus potros de tortura
cierva blanca
que salta por el fuego
cuando un demonio quiere acariciarte
otro inmovilizarte con su garra lunar
o guardarte en su anillo.
Yo te escribo, Beatriz, cartas oscuras
en el visor de mis prismáticos
mientras desciendo círculos del valle
en el cráter de la isla de los muertos
allá arriba radiantes cordilleras que llaman Purgatorio
donde dicen que aludes de nieve te sepultan
y hacen pensar
la cierva blanca
tus pasos en las rocas rojas
me hacen pensar
mi cierva blanca
si un géiser del infierno te detiene
compruebas que te sigo como puedo
y sigues avanzando.
VII
En el paraíso
te voy a perder.
Miro los jardines,
rosales de estrellas,
te voy a perder.
Los dos de la mano
durante el desierto,
ciudad luminosa,
neones de fiesta,
te voy a perder.
Botellas de whisky,
ángeles desnudos.
Sobre los cristales
de la gran berlina
se reflejan rostros
tan maravillados.
Quisiera llevarte
al hotel dormido
lejos de las vírgenes
y las mansas fieras.
Tigres de Bengala
deleitan el tráfico.
Pasean jirafas
dentro del casino.
Quisiera llevarte,
callejón secreto.
Huyamos muy quietos
de este paraíso.
La noche se funde,
los taxis te llaman,
rosales de estrellas,
rosales de estrellas.
Y haberte logrado,
en el paraíso
te voy a perder.
Antes de la casa,
callejón secreto.
Sueños de frontera
suben los coyotes.
Quisiera abrazarte
en el purgatorio.
Prefiero seguirte
por todo el infierno.
Los dioses te buscan
y me dejan solo.
Se detuvo un coche.
“Es la gran berlina”.
Te abren la puerta
y me dejan solo.
En el paraíso
te voy a perder.