Reseña escrita por Francisco H. González y publicada originalmente en el blog Devaneos.
Si hace algo más de dos años gocé lo indecible leyendo No cantaremos en tierra de extraños de Ernesto Pérez Zuñiga, con Escarcha me ha sucedido lo mismo. Escarcha es Granada, el territorio de la emoción y la madurez literaria, la de Ernesto.
Escarcha es novela de aprendizaje, sí. No sólo el alumbramiento es un abrirse a la vida a través del llanto. Más tarde, en el tránsito de la niñez a la adolescencia y la pubertad, Manuel Montenegro Moncada, Monte, el protagonista (un Monte, que me trae en mientes otro Monte, el Monteverdi ordesiano), irá experimentando todo tipo de vivencias: las pérdidas filiales, los albores del sexo y su indefinición, los amores que vienen, van y examinan, la cruz de navajas sobre su cuerpo, la fijación pederasta que se cierne y expulsa su aliento sobre su cogote madurando el fruto antes de tiempo, el miedo a hablar, el miedo a callar, el vacío, el grial del presente, el sostén del grupo, la herencia familiar: dos abuelos, uno franquista, el otro republicano, la autodestrucción, una madre cercana en sus presupuestos morales al padre del protagonista de Call my by your name; un crecer que siempre es exploración, ir tocando a ciegas los bordes filosos del yo. Seguir leyendo