Categoría: Crítica (Página 1 de 6)

Reseña de Escarcha por Javier Puebla

Reseña de Escarcha en Diario 16, por Javier Puebla:

ESCARCHA ha sido mi principal libro de compañía de este verano, en el que apenas he existido: centrado en el segundo borrador de una novela que se comía mi magia y mi tiempo sin sentirlo.

Pero en los momentos de fuga, suficientes, allí estaba ESCARCHA. Me ha gustado muchísimo, me ha acompañado muchísimo.

De Ernesto Pérez Zuñiga leí con gran placer hace ya algunos años, y también durante el verano, El juego del mono.

Como ya escribí en su momento, excelente novela: El juego del mono, aunque entiendo que ESCARCHA es superior.

Superior no sólo en extensión, casi quinientas páginas, sino también en madurez narrativa, en ambición y esfuerzo, cantidad de trabajo: está corregida hasta el límite, afilada hasta el punto que las líneas, las palabras, cortan el aire a tal nivel que es difícil resistir la tentación de leer en voz alta algunos párrafos:

«El capitalismo nos va poniendo a todos el mismo uniforme de demócratas, cuando lo único que quiere de nosotros es nuestro consumo» (p.441)

«Pero también la noche es el lugar favorito de la Muerte. Morimos entre millares de estrellas» (p. 484)

Decía el afamado Roberto Bolaño, cuando aún carecía de popularidad y fama, que la mayor aportación a la poesía en los últimos cincuenta años se había hecho desde el campo de la narrativa y citaba a Joyce; la obra de Pérez Zuñiga está en la misma estela. Rezuma poesía, pero a diferencia de Joyce no pierde en ningún momento el norte narrativo, la dirección de la historia que está contando.

Ya estuve en la presentación del libro, de ESCARCHA, y me quedé con la imagen de Ernesto abrazando a uno de sus personajes:

ESCARCHA es una novela iniciática, que dibuja un mundo entero, sin esquivar ni ahorrarse ningún tema. Y lo hace manteniendo en todo momento el pulso narrativo y el ritmo: uno de esos libros que uno está deseando llegar al oasis del tiempo libre para volver a abrirlo. Y al mismo tiempo, leerlo con mimo, lo más despacio posible. Más de cincuenta subrayados, con tintas diferentes, fui copiando en las páginas de cortesía del principio y el final de la edición realizada por Galaxia Guttenberg.

Tengo tantas cosas que decir sobre ESCARCHA que mejor me paro para no convertir en demasiado extenso este artículo. Sólo repetir que lo he disfrutado, que me ha gustado muchísimo y me ha hecho compañía durante tres meses duros y difíciles. Que para cualquier persona que guste de leer es una apuesta segura, porque sus páginas están habitadas por la LITERATURA (perdón por el descaro de escribir la palabra con mayúsculas, es sólo para que se vea un poco más: empieza a escasear demasiado su presencia en estos tiempos).

Por Javier Puebla.

«Hermetismo ensimismado», reseña de Escarcha en la Revista Turia

Foto JEOSM

Reseña escrita por Luis Beltrán Almería para la Revista Turia.

De “novela de aprendizaje” ha calificado Santos Sanz Villanueva Escarcha de Ernesto Pérez Zúñiga. Es una apreciación muy acertada, pero quizá sea también algo más que eso. Tras una construcción hermética y simbólica -siete secciones de siete capítulos cada una-, Escarcha es una novela que contiene una carga autobiográfica. Es lo que suelo llamar una novela ensimismada. Ese cruce entre el proceso de educación, el simbolismo hermético y la carga autobiográfica es la fuente del interés que suscita esta novela. Explicaré muy sucintamente cada una de las dimensiones de esta obra.

Escarcha es una novela de educación (aprendizaje es otra de las denominaciones posibles, junto a la académica Bildungsroman), porque acoge una imagen del personaje –Monte– en formación. Monte es un adolescente. Abre la novela al cumplir 13 años y termina su proceso formativo unos años más tarde, al salir de la adolescencia. El colegio se convierte en el centro de ese proceso evolutivo. Este género de novelas se caracteriza, entre otras cosas, por la sucesión de experiencias, más o menos traumáticas, que obligan al personaje a ir formando una personalidad. Comienzan con un personaje abierto y concluyen con rasgos de personalidad acusados. También son momentos decisivos de estas novelas los diálogos con personas que se sitúan en un plano intelectual de superioridad –en este caso, con el abuelo Ramón, “héroe de una guerra perdida”– y la presencia de mujeres más o menos demoníacas –aquí la prima Sara y Diana, la amante adulta–. El impacto del proceso formativo suele afectar a otros personajes. En Escarcha ocurre sobre todo con Miguel, el hermano de Monte, pero no es el único.

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«En busca de luz», reseña de Escarcha por Juan Ángel Juristo

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Escrito por Juan Ángel Juristo y publicado originalmente en Cuadernos Hispanoamericanos.

Desde que en 2002 publicara Las botas de siete leguas y otras maneras de morir, Ernesto Pérez Zúñiga (Granada, 1971), cuya obra hasta entonces se centraba en la poesía, entró por derecho propio en el género narrativo en cuya modalidad, la novela, ha conseguido una relevancia que le ha hecho ser considerado una de las voces más cualificadas de la actual narrativa española. A este libro de cuentos le siguió Santo diablo, en 2004, novela ambientada en torno a los años de la Guerra Civil, un trabajo que muestra un registro muy variado de personajes y circunstancias y, por tanto, distintos modos de estilo hasta el punto de que se encuentran en ella muchas de las obsesiones temáticas que el autor desarrollará en novelas posteriores. Deudora de cierta condición valleinclanesca, Santo diablo abunda en la condición esperpéntica, donde se aúnan en feliz condición lo grotesco, lo esperpéntico y la mirada naturalista, sin que el mecanismo que une a historias tan dispares chirríe en momento alguno. Tengo para mí que esa armonía que Pérez Zúñiga consigue en sus historias, donde lo poético y lo real, lo mítico y lo naturalista, el deseo de trascendencia y el escepticismo que, en principio, parece deberían ser irreconciliables, se unen sin estridencias retóricas, se debe al modo en que el autor celebra su doble condición de poeta y narrador y en momentos determinados acude a esa modalidad. Desde luego hay que decir para entender este modo de proceder que el narrador es en realidad un poeta cuyo resultado es consecuencia de un proceso que parece no tener fin; el que nosotros convencionalmente llamamos poeta, el versificador, es proclive a la instantánea y procura entonces que el lenguaje signifique, se llene de densidad, por lo que está en condiciones de unir en momentos determinados situaciones que el narrador resolvería dando un rodeo acumulando más historias, otorgando de ese modo al discurrir de la vida el significado otorgado sólo a la palabra con que el poeta desvela la cosa. En la obra narrativa de Pérez Zúñiga esa recurrencia y complicidad entre lo puramente narrativo y la poesía no sólo salva ciertas situaciones sino que está implícitamente ligada a la concepción estética del autor y que se muestra en cada una de sus novelas. Seguir leyendo

«Volver a Escarcha», reseña de Alfonso Salazar

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Reseña escrita por Alfonso Salazar para Infolibre.

La novela de aprendizaje, a la que se aplica el germanismo de Bildungsroman —es decir, en la que un personaje evoluciona, se forma, se educa en el paso de la niñez a la juventud— es una práctica que cultivaron autores como Jean PaulMann Hesse en la tradición alemana y de la que es ejemplo estadounidense la muy gamberra y clásica novela El guardián entre el centeno de Sallinger. Aunque de la tradición alemana procede la línea fundadora —al menos fue la tradición que acuñó el término— es en las novelas de aventuras donde podemos rastrear ese paso liminar del adolescente que crece, como le sucedió a Jimmy en La isla del tesoro, a Huckleberry Finn, Tom Sawyer, David Copperfield —y a Harry Potter, claro—. Estoy convencido de que Escarcha debe a ambos mundos su existencia: a la tradición de las aventuras de adolescencia y a la introspección del crecimiento, a la reflexión que aportó la tradición alemana al género.

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«Sacudirse la escarcha», por Fernando Larraz sobre la novela de Ernesto Pérez Zúñiga

Fotografía de la Agencia Efe

Escrito por Fernando Larraz y publicado originalmente en la Revista Contrapunto.

No cantaremos en tierra de extraños, la anterior novela de Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971), estaba protagonizada por dos combatientes republicanos refugiados en Francia tras la guerra civil que realizan una peligrosa y romántica operación de incursión en la España de 1944. A estos dos amigos, Ramón Montenegro y Manuel Juanmaría, los volvemos a encontrar, ya mayores, regresados a España y en plena Transición, en Escarcha. El primero es abuelo del protagonista, de nombre Manuel en honor al viejo camarada Juanmaría, aunque lo conocen por la apócope de su apellido, «Monte». Monte vive en Granada, a la que se refiere metafóricamente como Escarcha para significar su quietismo provinciano. La novela es un relato del complejo y casi siempre escabroso camino de maduración hacia la adultez que recorre este chico a través de momentos clave: el abuso que sufre por uno de sus profesores, la muerte de su padre, la separación de la fe religiosa, el amanecer de la sexualidad, el desengaño amoroso, el descubrimiento de la literatura y también de la traición, de la violencia y, en general, de la ambigüedad moral de los sentimientos. En todo ello es alumbrado por el ejemplo de sus abuelos, no solo del paterno, ya viudo y siempre leal a los valores republicanos, sino también de los abuelos maternos, de su religiosidad bondadosa y de su inocente conservadurismo.

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«El tatuaje Stevenson», por Guillermo Busutil sobre la novela Escarcha de Ernesto Pérez Zúñiga

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Escrito por Guillermo Busutil y publicado originalmente en La opinión de Málaga.

Lo conocí de niño. Tenía un tercer ojo en forma de verruga en la frente, y seguro que ya guardaba un tesoro sobre el que escribir un día una maravillosa novela sobre Granada, la forja entre la imaginación y la experiencia, y los amores con los que cada uno se convierte en un ensayo del deseo. No se llamaba todavía Monte, e ignoraba yo que le fascinase el río de Oro -al igual que a mí, nazarí del barrio que se derrama en sus aguas de lágrimas de Aynadamar- y también sus pasadizos que conducen clandestinamente al corazón de la Alhambra. Tardé años en descubrir que aquel escritor maestro en esgrima literaria de Tartini, y en la música con la que sucede toda la magia en el lenguaje narrativo y sus posibilidades de encantamiento, el mismo que acariciaba la culata de su revólver frente a la pantalla del oeste a cuyos desiertos lo llevaba su padre, el que un día cruzó la frontera como su abuelo para salvarle el amor a un amigo del que conoció la bala de su muerte, era el pequeño Ernesto. El hijo del hombre con el que en mi juventud brindaba por la literatura, la vida y las mujeres, y que ahora escribe novelas por las que montar a caballo con la dignidad erguida; en las que ser un argonauta en los goces de un hammam; el rebelde eterno de cualquier república cuya única bandera sea la libertad, la lealtad y las estrellas con nombres árabes.

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Luis Mateo Díez recomienda «Escarcha» como uno de los mejores libros de 2018

Autor de títulos como La fuente de la edad y El hijo de las cosas y miembro de la RAE, Luis Mateo Díez aconseja en el suplemento ABC Cultural:

«Escarcha, de Ernesto Pérez Zúñiga, es novela de fuerte aliento poético sobre el aprendizaje y el acceso al sentido de la vida, también con una ciudad, Granada, como espacio no solo físico, también metafórico.

Una escritura intensa, llena de imágenes conmovedoras, muchos personajes y un más sugerente tono fabulístico que se mueve entre la irrealidad y la memoria».

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